Fueron hijas, esposas, madres y hermanas de hombres notables, integrantes de la élite criolla, que buscaban reformar el panorama político y social de la época. Los detalles de una investigación reciente para la Junta de Estudios Históricos de Mendoza.
Eran los años en que las ideas de libertad e igualdad enarboladas durante la Revolución Francesa ya habían impactado en Latinoamérica que por entonces se dividía en colonias. Corrían los tiempos de anchos vestidos, calles empedradas, carretas y galeras, pero también de una nueva mentalidad en la sociedad que pedía a gritos terminar con el sojuzgamiento que los virreinatos parecían haber afianzado durante largas décadas.
En sintonía con este proceso, en nuestro país, los criollos se sumaron a la corriente revolucionaria que hacia comienzos del siglo XIX derivó en el hito más importante: la independencia de la corona española. Y lejos de mantenerse ausentes de ese cambio radical, las mujeres estuvieron más presentes de lo que en realidad lo han reflejado los libros de historia. Justamente, fueron ellas las promotoras de espacios privados que actuaron como gestores y promotores de las nuevas ideas.
Fueron hijas, esposas, madres y hermanas de hombres notables, integrantes de la elite criolla, que buscaban reformar el panorama político y social de la época; muchas de ellas sabían leer y escribir y actuaban como transmisoras de las novedades que surgían en torno de las disputas por el poder en estas tierras y en el extranjero. Patriotas avezadas e interesadas por el surgimiento de la Nación se comprometieron con esta causa y, de hecho, abrieron las puertas de sus casas para ser las anfitrionas de reuniones sociales donde se hablaba de arte, religión, economía y política.
Estos espacios de sociabilidad privada, denominados "salones", fueron ampliamente estudiados por la historiadora mendocina Adriana Micale, autora de una investigación inédita que le valió su ingreso a la Junta de Estudios Históricos. En su trabajo, que fue denominado "Mujeres y salones en tiempos de la Independencia americana", la docente y magister en Historia de las Ideas Políticas Argentinas, indaga a cerca del rol femenino en el marco de los procesos revolucionarios de fines del siglo XVIII y principios del XIX.
"Las colonias sufren un cambio social, político y económico; caen viejos parámetros e ingresan las nuevas ideas derivadas de la Ilustración. Se destaca la figura del hombre como un defensor de la libertad, de la propiedad privada y la igualdad. Todas esas ideas fueron escuchadas por las mujeres de la época. Ellas tomaron un papel protagónico como intérpretes e interlocutoras de esa nueva forma de concebir el hombre y el mundo", explica la especialista.
El origen de estos espacios de discusión se remonta a los antiguos salones europeos surgidos entre los siglos XVI y XVIII. Luego, esta modalidad de reunión llega a Sudamérica. "Si bien no han quedado demasiados registros sobre los detalles en cuanto a qué tomaban o comían estos notables durante las reuniones, sí es posible afirmar que los salones funcionaban dos veces por semana, desde muy temprano e incluían a invitados asiduos y otro tanto que fluctuaba. Por eso en estos grupos también había viajeros", agrega Micale.
Sin dudas, obras de filósofos europeos, como Jean Jacques Rousseau, autor del tratado "El contrato social" y padre de las principales teorías republicanas del siglo XVIII, formaron parte de las teorías alrededor de las cuales los asistentes a estos recintos esgrimían sus debates.
Revolucionarias y patriotas
En el Río de la Plata, mujeres con férreas convicciones libertarias, como Mariquita Sánchez de Thompson, propiciaron el escenario justo para reunir a patriotas de la talla de Juan José Castelli o Manuel Belgrano. De hecho, fue en su morada donde, por primera vez, se entonaron las estrofas del Himno Nacional Argentino. Ana Riglos, esposa de Miguel de Irigoyen -uno de los líderes de la Revolución que hoy cumple 202 años- se sumó a esta tendencia, al igual que Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña, también considerada una de las Patricias Argentinas.
Compartía este espíritu de cambios, Melchora Sarratea, quien eligió la soltería para acompañar a su hermano Manuel en la lucha por la independencia. “En el virreinato de Nueva Granada, formado por Venezuela, Colombia y Ecuador, así como en Chile, la influencia de las mujeres como anfitrionas de los salones también fue significativa”, aclara Micale, desde una perspectiva global.
Pepa, la amiga de San Martín
Mendoza no estuvo ajena a este fenómeno. Incluso, el escritor sanjuanino Damián Hudson, dejó constancia sobre la existencia de un salón ubicado en las inmediaciones de la Plaza Fundacional. “La mujer que era dueña de esa vivienda se llamaba Josefa Morales de los Ríos”, detalla Micale.
De acuerdo a la reconstrucción de los hechos, Josefa había nacido en México y era hija de un conde, que formó parte de la armada española. Luego de casarse con Pascual Ruiz Huidobro (gobernador en Montevideo durante las invasiones inglesas) llegó a nuestra provincia hacia 1813, un año antes de la llegada de José de San Martín a Cuyo. “Cuando llega San Martín establece una relación de amistad muy fuerte con esta mujer (fue la madrina de Merceditas y amiga de Remedios), quien luego de enviudar recibía a gente vinculada con la causa independentista”, explica la profesional.
‘Pepa’, tal como la llamaban sus allegados, era una mujer de fortuna escasa, muy fina, culta y respetada. Ella era la anfitriona de las reuniones donde solían asistir los notables de la sociedad mendocina, entre ellos, el médico Diego Paroissien quien, durante años, siguió de cerca la salud del padre de la Patria. Manuel Escalada, cuñado de San Martín, también solía frecuentar el salón de Josefa.
“Fue una mujer que colaboró con la causa independentista. Por eso, San Martín siempre la va a reconocer como su amiga y también le va a dispensar favores”, desliza Micale y aclara que esto ha quedado documentado en las cartas escritas de puño y letra del General.
En sintonía con este proceso, en nuestro país, los criollos se sumaron a la corriente revolucionaria que hacia comienzos del siglo XIX derivó en el hito más importante: la independencia de la corona española. Y lejos de mantenerse ausentes de ese cambio radical, las mujeres estuvieron más presentes de lo que en realidad lo han reflejado los libros de historia. Justamente, fueron ellas las promotoras de espacios privados que actuaron como gestores y promotores de las nuevas ideas.
Fueron hijas, esposas, madres y hermanas de hombres notables, integrantes de la elite criolla, que buscaban reformar el panorama político y social de la época; muchas de ellas sabían leer y escribir y actuaban como transmisoras de las novedades que surgían en torno de las disputas por el poder en estas tierras y en el extranjero. Patriotas avezadas e interesadas por el surgimiento de la Nación se comprometieron con esta causa y, de hecho, abrieron las puertas de sus casas para ser las anfitrionas de reuniones sociales donde se hablaba de arte, religión, economía y política.
Estos espacios de sociabilidad privada, denominados "salones", fueron ampliamente estudiados por la historiadora mendocina Adriana Micale, autora de una investigación inédita que le valió su ingreso a la Junta de Estudios Históricos. En su trabajo, que fue denominado "Mujeres y salones en tiempos de la Independencia americana", la docente y magister en Historia de las Ideas Políticas Argentinas, indaga a cerca del rol femenino en el marco de los procesos revolucionarios de fines del siglo XVIII y principios del XIX.
"Las colonias sufren un cambio social, político y económico; caen viejos parámetros e ingresan las nuevas ideas derivadas de la Ilustración. Se destaca la figura del hombre como un defensor de la libertad, de la propiedad privada y la igualdad. Todas esas ideas fueron escuchadas por las mujeres de la época. Ellas tomaron un papel protagónico como intérpretes e interlocutoras de esa nueva forma de concebir el hombre y el mundo", explica la especialista.
El origen de estos espacios de discusión se remonta a los antiguos salones europeos surgidos entre los siglos XVI y XVIII. Luego, esta modalidad de reunión llega a Sudamérica. "Si bien no han quedado demasiados registros sobre los detalles en cuanto a qué tomaban o comían estos notables durante las reuniones, sí es posible afirmar que los salones funcionaban dos veces por semana, desde muy temprano e incluían a invitados asiduos y otro tanto que fluctuaba. Por eso en estos grupos también había viajeros", agrega Micale.
Sin dudas, obras de filósofos europeos, como Jean Jacques Rousseau, autor del tratado "El contrato social" y padre de las principales teorías republicanas del siglo XVIII, formaron parte de las teorías alrededor de las cuales los asistentes a estos recintos esgrimían sus debates.
Revolucionarias y patriotas
En el Río de la Plata, mujeres con férreas convicciones libertarias, como Mariquita Sánchez de Thompson, propiciaron el escenario justo para reunir a patriotas de la talla de Juan José Castelli o Manuel Belgrano. De hecho, fue en su morada donde, por primera vez, se entonaron las estrofas del Himno Nacional Argentino. Ana Riglos, esposa de Miguel de Irigoyen -uno de los líderes de la Revolución que hoy cumple 202 años- se sumó a esta tendencia, al igual que Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña, también considerada una de las Patricias Argentinas.
Compartía este espíritu de cambios, Melchora Sarratea, quien eligió la soltería para acompañar a su hermano Manuel en la lucha por la independencia. “En el virreinato de Nueva Granada, formado por Venezuela, Colombia y Ecuador, así como en Chile, la influencia de las mujeres como anfitrionas de los salones también fue significativa”, aclara Micale, desde una perspectiva global.
Pepa, la amiga de San Martín
Mendoza no estuvo ajena a este fenómeno. Incluso, el escritor sanjuanino Damián Hudson, dejó constancia sobre la existencia de un salón ubicado en las inmediaciones de la Plaza Fundacional. “La mujer que era dueña de esa vivienda se llamaba Josefa Morales de los Ríos”, detalla Micale.
De acuerdo a la reconstrucción de los hechos, Josefa había nacido en México y era hija de un conde, que formó parte de la armada española. Luego de casarse con Pascual Ruiz Huidobro (gobernador en Montevideo durante las invasiones inglesas) llegó a nuestra provincia hacia 1813, un año antes de la llegada de José de San Martín a Cuyo. “Cuando llega San Martín establece una relación de amistad muy fuerte con esta mujer (fue la madrina de Merceditas y amiga de Remedios), quien luego de enviudar recibía a gente vinculada con la causa independentista”, explica la profesional.
‘Pepa’, tal como la llamaban sus allegados, era una mujer de fortuna escasa, muy fina, culta y respetada. Ella era la anfitriona de las reuniones donde solían asistir los notables de la sociedad mendocina, entre ellos, el médico Diego Paroissien quien, durante años, siguió de cerca la salud del padre de la Patria. Manuel Escalada, cuñado de San Martín, también solía frecuentar el salón de Josefa.
“Fue una mujer que colaboró con la causa independentista. Por eso, San Martín siempre la va a reconocer como su amiga y también le va a dispensar favores”, desliza Micale y aclara que esto ha quedado documentado en las cartas escritas de puño y letra del General.
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