lunes, 22 de diciembre de 2014

Navidad hacia 1860 según Caras y Caretas

En su edición del 23 de diciembre de 1916, la revista Caras y Caretas evoca las navidades en el Buenos Aires de 1860

La asombrosa transformación de Buenos Aires, durante el último medio siglo, que ha realizado el portento do convertir la «gran aldea» en una populosa y modernísima urbe, trajo un acentuado cambio en la manera de celebrar aquí la tradicional fiesta de la Pascua.
Muchas prácticas estiladas hace cincuenta años han totalmente desaparecido con el progreso, y otras se conservan apenas, debiendo ir a buscarlas en algún lejano rincón de provincias para encontrarlas en su primitiva pureza.
Puede asegurarse que la Navidad, para las dos o tres generaciones anteriores a la nuestra, conservaba aún bastante del antiguo sabor colonial, siendo al par que una fiesta religiosa un motivo de entusiasta regocijo popular.
El nacimiento del Niño - Dios, en su fausto aniversario, constituía una de las mayores solemnidades para toda la sociedad, y ofrecía características bien diversas de las actuales
para su celebración.
Terminada la guerra del Paraguay, que había puesto por cinco años un
velo de tristeza sobre la metrópoli argentina, se recomenzó la vida activa
y las Pascuas fueron una vez más las fechas para el desborde de alegrías extraordinarias.
Desde la víspera quedaba suspendido el trabajo y en plena preparación las variadas
ceremonias propias del día.
Las calles ofrecían, al atardecer una inusitada animación, aumentada,
si cabe, por la presencia de grupos que las recorrían al compás de las bandas u orquestas de los centros corales y musicales que ya entonces existían.
Verdaderas «comparsas» seguidas por grupos de gentes y peatones iban llevando el alboroto por los barrios de la ciudad, dirigiéndose hacía la entonces, Plaza de la Victoria, punto obligado de reuniones populares.
Semejantes desfiles continuaban hasta medianoche, interrumpiéndose para la asistencia a las «misas del gallo», pero renovándose luego hasta ya entrado el día.
Los templos abrían sus puertas poco antes de las 12 de la noche, y las compactas multitudes que llenaban los atrios apresurábanse a entrar a cumplir con ese indispensable requisito de las fiestas pascuales.
Eran éstas, como la mayor parte de las fiestas religiosas, esencialmente igualitarias, y a ellas acudían mezcladas desde las altas clases de la sociedad hasta las más humildes.
Se celebraban «misas del gallo» no sólo en los templos centrales,— las que hoy se encuentran dentro del perímetro de la ciudad,sino también en los de extramuros, en cuyos alrededores era común ver cuadros típicos del Buenos Aires antiguo, como el de un jinete que llevaba su mujer a la grupa o el de la señorial carroza de algún potentado a la que daban escolta sirvientes montados.
Una de las principales características de la Navidad, —hoy desaparecida,—eran los pesebres o nacimientos.
Ellos constituían un justo motivo de orgullo para las familias que los poseían, poniendo el mayor empeño en su arreglo.
Los niños, debidamente acompañados, visitaban los «nacimientos» por la noche, y poco después de las 10 regresaban a sus hogares a participar de la ceremonia a que daba lugar la distribución de juguetes del árbol de Navidad.
El contento de las criaturas se reflejaba hondamente en la satisfacción de las personas mayores, máxime cuando en las reuniones se encontraba ocasión de hacer un ameno rato de sociedad.
Se recuerda entre los «nacimientos» de mayor reputación y que eran admirados por toda la población, el que se instalaba el 24 por la tarde en el palacio-quinta Llavallol, de
la Avenida Montes de Oca, toda una maravilla al decir de algunas crónicas de la época.
Ese «pesebre», de enormes enormes dimensiones, ocupaba una gran sala y de su riqueza
se podrá juzgar por el hecho de haber costado a sus dueños miles de pesos en Europa.
Centenares de niños de ambos sexos,—las niñas de obligado traje blanco,— visitaban el «nacimiento» y ante las imágenes de la Virgen-y del Niño-Dios recitaban sus sencillas y armoniosas «loas».
La terminación de las «misas del gallo» volvía a animar las calles de la ciudad y el rumor de las risas y conversaciones en voz alta se unía a los sones musicales de
los grupos de guitarristas que lucían sus habilidades en el clásico instrumento criollo.
En los hogares realizábase después la cena de Navidad, que duraba hasta el aclarar, siendo común que luego se organizaran paseos y cabalgatas.
El saludo tradicional de «Felices Pascuas cambiábase durante todo el tiempo, aún entre gente que no se conocía, perpetuándose así el sentimiento de considerar la Navidad como el día para el exclusivo reinado de la «paz entre los hombres de buena voluntad.»
El pueblo, por su parte, en las horas de la noche se entregaba al baile, tanto en lugares cerrados como al aire libre, y en las cercanías de lo que es hoy plaza del Once recuérdase que era famoso un sitio destinado a la danza, bajo la dirección de un grave bastonero.
Durante el día 25, empleábase la mañana en descansar y en asistir de nuevo a la iglesia, siendo de rigor oir las tres misas reglamentarias de la fecha.
Y por la tarde, sucedíanse diversiones de carácter francamente popular organizadas por las autoridades o por los vecindarios, las que se realizaban en las plazas de la ciudad.
Carreras de sortija en la plaza de las carretas y en Palermo, palo jabonado, aeróbatas blondinescos, muñecos de goma con premios de dinero en una mano y un látigo en la otra para azotar al audaz que pretendiera apoderarse de él, y otras de idéntica naturaleza se desarrollaban desde mediodía hasta la caída de la tarde.
Marcaba el 25 de diciembre la fecha casi obligada para el éxodo veraniego de la gente rica, y veíase, por eso, cruzar por la ciudad largas filas de vehículos que llevaban las familias hacia las afueras.
Y al anochecer, la retirada de las gentes a sus hogares con la satisfacción de haberse divertido a conciencia y honestamente, festejando la Navidad, ponía las últimas notas a esos
cuadros de la ciudad que van alejándose más y más a medida que nos aproximamos al tipo de gran capital moderna.
Hoy, solamente los viejos recuerdan con hondas añoranzas los buenos tiempos de antaño, no lamentando por cierto haberlos vivido, y dibujando en sus labios una extraña sonrisa, mezcla de suave desdén y de tristeza, al comparar con las de ahora las Navidades de hace diez o más lustros...

martes, 25 de noviembre de 2014

El modelo panóptico en la arquitectura penitenciaria argentina: la primera cárcel en la ciudad. Mendoza, 1864

1. Acerca de la arquitectura penitenciaria 1
La evolución de la arquitectura penitenciaria corre paralelamente a la transformación de las ideas penales y a la modificación de la legislación punitiva. Durante siglos las cárceles, que fueron subterráneas o mazmorras, eran sólo el medio para asegurar la presencia del reo ante el juez, para ser juzgado, o ante el verdugo, para ser ejecutado.Cadenas, picotas, argollas, horcas, la retracciónpública, el destierro - penas no corporales que en sí tenían dimensión de suplicio - y la ejecución, eran la garantía del cumplimiento del castigo impuesto. El cuerpo descuartizado, amputado, marcado simbólicamente, expuesto, vivo o muerto, fue desapareciendo como blanco de la represión penal, hacia fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Se abandona el dolor. El castigo es ahora la prisión, la reclusión, los trabajos forzados, la deportación, que si bien siguen recayendo directamente sobre el cuerpo, éste se convierte en instrumento y no en fin: se interviene sobre él encerrándolo, haciéndolo trabajar (Foucault, 1981, p.11), pero no se lo somete por medio de la violencia. El sometimiento es directo y físico, obrando sobre - y a través de - elementos materiales. El cuerpo queda "prendido" en un sistema de coacción y de privación, de obligaciones y de prohibiciones.
Lo que entra en juego, dice Foucault, no es el marco carcomido o aséptico, perfeccionado o no de la prisión, sino su materialidad, en la medida que seconvierte en instrumento y vector del poder: es el edificio el que ahora provoca la "pena física" mediante la reclusión. En base a este cambio, un creciente interés por mejorar la situación "humanitaria" de los encarcelados y por la organización de nuevos y modernos regímenes penitenciarios, hace que la situación general respecto de las primitivas cárceles vaya variando.
En este desarrollo, importantes aportes de precursores e iniciadores de la reforma carcelaria, que van desde referencias teóricas sobre el tema hasta descripciones de edificios e ideas para su construcción o reforma, destacan la importancia de la arquitectura como condición para lograrla.
Es a partir de personajes como Jeremías Bentham (1748-1832) que los cambios comienzan a tomar intensidad, convirtiendo al XIX en el siglo de lasconstrucciones penitenciarias como unidades arquitectónicas especiales.2 Los aportes de Bentham se dan en el marco de una Inglaterra liberal y reformista, en medio de un creciente desarrollo industrial que produjo una nueva clase urbana proletaria, incluyendo sectores "desempleados" y/o de "desviados" que debían ser controlados. La propuesta benthamiana del panopticum3 asocia la concepción penitenciaria a la arquitectónica; desarrolla el proyecto tanto desde lo penológico como desde lo arquitectónico, ejerciendo una marcada influencia en la teoría arquitectónica penitenciaria y en el funcionamiento y la materialización de varios edificios, principalmente europeos y latinoamericanos. Tal es el caso de la primera cárcel para Mendoza construida en 1864, ejemplo a través del cual intentaremos explicar el tipo de apropiación material y teórica que hizo del modelo panóptico, por primera vez, la arquitectura penitenciaria argentina del siglo XIX, desde lo funcional, lo constructivo, lo simbólico y lo social.4
Estas variables de análisis propuestas se interrelacionarán a lo largo del trabajo, pero tendrán también una mirada más puntual correspondiendo al plano de lo funcional y lo constructivo el punto 2.1 y al de lo simbólico y lo social el desarrollo de los apartados 2.2, 2.3 y 2.4 de nuestro artículo.
2. El panóptico de Bentham y la cárcel para Mendoza
El siglo XIX se sirvió de procedimientos de individualización para marcar exclusiones: el asilo psiquiátrico, la penitenciaría, el correccional, los hospitales, etc., funcionaron de doble modo: el de la división binaria y la marcación: loco-no loco, peligrosoinofensivo; y el de la distribución diferencial: quién es, dónde debe estar, por qué, cómo ejercer vigilancia constante sobre él, etc. (Foucault, 1981, p. 200). El panóptico de Bentham se constituye como la figura arquitectónica de esta composición (imagen 1). Es un modelo de dispositivo disciplinario apoyado en un registro constante y centralizado: espacio cerrado, recortado, vigilado en todos sus puntos, en el que los individuos están insertos en un lugar fijo, en el que el menor movimiento se halla controlado, en el que todos los acontecimientos están registrados, en el que el poder se ejerce por entero de acuerdo a una figura jerárquica continua.
1. El panóptico circular de Bentham (Bentham, 1989).


Materialmente este "establecimiento propuesto para guardar los presos con más seguridad y economía, y para trabajar al mismo tiempo en su reforma moral; con medios nuevos para asegurarse de su buena conducta, y de proveer a su subsistencia después de su soltura" (Bentham, 1989, p. 33), se desarrollará, según Bentham, como un edificio circular en la periferia, con una torre en el centro que aparecerá atravesada por amplias ventanas que se abren sobre la cara interior del círculo. El edificio periférico estará dividido en celdas, cada una de las cuales ocupará el espesor del edificio. Estas celdas tendrán dos ventanas: una abierta hacia el interior, que corresponde con las ventanas de la torre; y la otra hacia el exterior que deja pasar la luz de un lado al otro de la celda. Bastará, dice el autor, con situar un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda un condenado, o un loco, un enfermo, un alumno o un obrero.5 Mediante el efecto de la contraluz se podrán captar desde la torre las siluetas prisioneras en las celdas de la periferia, proyectadas y recortadas en la luz, con lo cual se invierte el principio de la mazmorra. La plena luz y la mirada de un vigilante captan mejor que la sombra, que en último término cumplía una función protectora (Bentham, 1989, p. 10).
El sistema panóptico se propagó en el marco de Estados modernos, tanto en Europa como en América Latina, adaptándose a los diversos sistemas constructivos locales, pero manteniendo el objetivoprincipal de poder ver con una sola mirada todo cuantose hacía en el edificio. El régimen carcelario y su vinculación con el sistema de re-educación y trabajode los penados había llevado a que muchos arquitectos y estudiosos americanos se interesaran por el desarrollo de las teorías y los diseños de ese tipo de obras, tanto en los Estados Unidos como en el viejo continente: Ramón La Sagra en Cuba (1843), Lorenzo de la Hidalga en México (1848) y Felipe Paz Roldán en Perú (1853) son algunos de quienes escriben sobre el tema (Gutiérrez, 1997, p. 443). Esas teorías se concretaron en las penitenciarias de Buenos Aires, construida en 1870 siguiendo el proyecto de Ernesto Bunge; Corrientes, en el noresteargentino, obra de Juan Col en 1897; Lima, proyectada por Felipe Paz Roldán; Quito y Bogotá, ambas obras de Tomas Reed, la última de 1848; la Cárcel Preventiva y Correccional de Montevideo de 1885, diseño de Juan Alberto Capurro y Mendoza en 1864, entre otras (Gutiérrez, 1997, p.443- 445).
Particularmente en Argentina, la sanción de la Constitución Nacional en 1853 da como resultado cambios en lo jurídico, económico y civilizador, que requirieron de una pronta adecuación espacial. Ese proceso de organización nacional que llevó al país a su primera gran modernización, supuso un nuevo orden en cada aspecto de la vida institucional y pública, orden que incidió en la vida cotidiana de las personas en los distintos ámbitos espaciales, determinando la formalización de numerosos procedimientos - modernos y racionales - para hacer lo que hasta entonces se hacía de manera consuetudinaria (Cirvini, 1990, p. 7).
La arquitectura empezó a ser pensada sobre bases conceptuales que buscaban el apoyo del conocimiento científico y una proyección hacia un futuro de progreso indefinido. Parte de las características centrales de ese proceso fue la normalización y tipificación de la edilicia pública que comprendía escuelas, hospitales, cuarteles y cárceles, entre otros tipos. En este contexto es que se adopta el panoptismo como modelo - más teórico que material - para el sistema penitenciario nacional: una arquitectura basada en la racionalidad y la funcionalidad y que a la vez imponía disciplina. En el caso de Argentina, la cárcel penitenciaria de Mendoza6 fue el primer ensayo del sistema penitenciario a nivel nacional7 y uno de los primeros edificios propuestos, licitados y efectivamente construidos en la Ciudad Nueva por la Comisión Filantrópica hacia fines del siglo XIX.8 El proyecto, realizado por el ingeniero italiano Pompeyo Moneta (1830-1898),9 designado durante el gobierno de Mitre (1862) como Ingeniero de Puentes y Caminos y encomendado a dirigir las obras de reconstrucción de Mendoza, se desarrolló en base al principio de la inspección central pero con algunas variantes.

2.1. Lo funcional y lo constructivo
El edificio fue situado en la manzana nº 44 de la Ciudad Nueva, frente a la plaza Independencia, ocupando un lugar central dentro del nuevo trazado (imagenes 2 y 3). De hecho, esa ubicación abre en algunos medios locales una polémica respecto del recinto carcelario, ya que se consideró que, por el "afán de poblar", se construyó el edificio sin consultar sus inconvenientes (Cirvini, 1990, p. 96). No obstante, la Comisión Filantrópica celebra el contrato de construcción con el italiano Andrés Clerici,10 fijandocomo plazo de entrega del establecimiento el mes de abril de 1865.


2. El trazado de la Ciudad Nueva, en gris la manzana 44, donde se ubicaba la cárcel penitenciaria (Ponte, 1987).



3. Vista desde la Plaza Independencia hacia el oeste, a la derecha se distingue la muralla de la cárcel, c. 1876 (Copia digitalizada, original AHM).


La penitenciaría estaba formada por un muro perimetral, que contenía la estructura de la cárcel: "de piedra con cal y arena de trescientos setenta y cuatro metros de extensión y dos varas y media de altura, de la cual media vara va enterrada y dos sobre la superficie. Su ancho es de vara y media. (...) Sobre esta muralla de piedra irán tres varas de muralla de adobe del mismo ancho con su correspondiente cornisa"... (AHM, 1864). Este cierre se hacía doble en el sector de las celdas, creando un corredor quepermitía el patrullaje, que para Bentham era necesario de noche y de día, y separando las celdas del exterior: "A fin de que el centinela pasee sobre la muralla, la cubierta de esta será de ladrillo sentado en mezcla (...). En los cuatro ángulos de la muralla se hará una garita (...) que llevará reja de madera fuerte y los palos torneados" (AHM, 1864). El muro de circunvalación sólo se abría en forma de pórtico en su lado este, frente a la plaza (imagen 4). En este costado se ubicaban, en línea con sentido norte-sur: un patio y los galpones; la entrada principal, los cuarteles de la guardia y las oficinas del director del penal y el juzgado (frente al pórtico de acceso); hacia el sur, la huerta y los departamentos para mujeres (separación de los sexos). Constructivamente, las piezas eran esqueletos de madera de álamo con muros de adobe de cabeza (AHM, 1864).



4. Vista desde la plaza Independencia, del pórtico de acceso al recinto carcelario, c.1876 (Copia digitalizada, original AHM).


Si bien esta Casa de Inspección responde en lo conceptual al modelo panóptico, en lo referido al diseño arquitectónico adopta una planta radial, tipo utilizado más ampliamente en el siglo XIX que el circular de Bentham. El diseño radial había sido adoptado en las penitenciarias de Gante, construida entre 1772-1775, y de Filadelfia, proyectada por John Haviland en 1825 (imagenes 5 y 6).11 La propuestade Moneta, entonces, adopta el estilo radial,renunciando al principio benthamiano de ver el interior de las celdas desde un punto central al interior de los pabellones, en los que las celdas se agrupaban en hileras de entre ocho y doce.


5 y 6. Las prisiones de Gante (1772-1775) y Filadelfia (1825). Plantas radiales modélicas para muchas casas de inspección europeas y americanas del siglo XIX y principios del XX (Pevsner, 1976).

Ese tipo de esquema radial desarrolló toda una tradición en la arquitectura de hospicios y hospitales en el mundo occidental, que se remonta a las plantas renacentistas en forma de cruz y en cuyo centro se instalaba generalmente un altar. Justamente el espaciovacío del que Bentham habla, entre las celdas y el departamento del inspector, se materializa en la cárcelde Mendoza como un amplio espacio libre,descubierto, a modo de hexágono irregular, entre los extremos de los pabellones y el centro de inspección general; constituido aquí por un kiosco o glorieta sin vidriera ni pozo anular, que también hacía las veces de púlpito o altar para que el capellán impartiese la misa: "...en el centro del patio interior, va un corredor con arreglo al plano, el cual llevará un festón recortado, bajo del cual se colocará un altar portátil, sencillo y a propósito para armar y desarmar. Los pilares del corredor serán pintados como las puertas (...) El altar será pintado color perla..." (AHM, 1864). Sólo una puerta permitía la comunicación entre el sector de oficinas y guardia y el espacio disciplinario celular que albergaba a los reclusos, pasando siempre por la inspección central. Los patios de cada uno de los pabellones contenían las letrinas y los sectores de taller. Plásticamente, este "museo del orden" fue resuelto austeramente, como todas las construcciones posteriores al terremoto de la ciudad: la fachadaprincipal sobre la plaza era estucada con los pilares de ladrillo hasta su mitad y el resto de adobe. La muralla de circunvalación era revocada, enlucida y blanqueada por dentro y por fuera.

2.2. Marcas simbólicas, cuenta moral y división
El efecto mayor del Panóptico es inducir un estado consciente y permanente de visibilidad en el reo, que garantice el funcionamiento automático del poder (Foucault, 1981, p. 204). A partir del centro de inspección y del sistema de documentación individualizante, esa vigilancia se hace permanenteen sus efectos, incluso si es discontinua en su acción:los guardianes llaveros de la cárcel mendocina teníancomo objetivo "vigilar con esmero y a todas horas a los presos observando sus conversaciones o acciones..." (AHM, 1874b). Mediante este principio de inspección podrían dar cuenta inmediata a las autoridades de lo malo que notasen para la aplicación de penas disciplinarias, que iban desde el retiro gradual de las recompensas acordadas por los trabajos realizados, el confinamiento a celdas oscuras y solitarias, la incomunicación simple, el trabajo forzado y sin compensación, hasta el ayuno a pan y agua por un plazo no superior a tres días (Reglamento para la cárcel penitenciaria..., 1880).
Por su parte, el sistema de documentación era llevado a cabo, entre otras operaciones, por mediode "signos sobre el cuerpo del condenado", como el que constituye la vestimenta y por el sistema de "cuenta moral": boletín de observaciones respecto de cada detenido. Si bien en el proyecto para el reglamento de 1874 para la cárcel que tratamos sealude al ropaje para los penados, que consistía en el traje del establecimiento, compuesto de pantalón y blusa que se cambiaba cada seis meses, de genero grueso o delgado según la estación, con una muda de ropa interior de lienzo; en el decreto reglamentario del gobernador Villanueva de 1880,sólo se habla de "un vestuario uniforme y de un color", sin determinar las piezas y acotando que el género y el período de tiempo por el que deba usarse será dispuesto por el Administrador. Lo que si aparece en el reglamento de 1880 es la colocación del número de registro del interno, con gran tamaño en la espalda,12 a modo de marca simbólica, de representación ante los otros y ante sí mismo de la"carga" por el delito. Los internos no podían ser llamados sino por ese número, desde el día de la entrada a la cárcel hasta el de salida. Este dispositivo servía para el ejercicio del control individualizado e individualizante sobre ellos (imagen 6).


6. Primera foto de archivo de un preso, s/d. 

Otro signo aplicado a los prisioneros en Mendoza fue, tal como lo recomendaba Bentham para "el aseo y la salud", la práctica del rapado, que se llevaba a cabo cuando el condenado entraba a la Penitenciaría, previo reconocimiento médico. Apenas ingresado a la cárcel, el prisionero erasometido a ocho días de aislamiento para que seentregara a sus reflexiones, pudiendo extenderse elperíodo según las condiciones del recluso. Sobre las "cuentas morales" el Administrador debía llevar un libro especial, en que seguía el comportamiento de los reclusos, dejando constancia escrita de las penascorreccionales que se aplicaran en los casos quecometieran faltas y todas las circunstancias que revelaran si el reo se hubiera corregido o no. En elpresidio se llevaba también nómina de los presos,en la que se hacía constar la fecha de ingreso, su estatura, peso, nombre, nacionalidad, edad, estadocivil, profesión, conducta y condena, como parte de un control minucioso de las operaciones del cuerpo, pero también del alma y la mente.
La mayor dificultad era, si todos los que están presosson culpables, pero no todos están pervertidos comosostiene Bentham, cómo repartir esos presos "individualizados" en el interior de la cárcel. En Mendoza los reos estaban divididos en distintas secciones, a cada una de las cuales les correspondía uno o más pabellones, dependiendo de la cantidad de reclusos y del tipo de pena o sentencia. Ignoramos sien esta división tuvieron en cuenta, tal como lorecomendaba Bentham, colocar en la misma celda presos asimilables por caracteres y edades; lo que si creemos es que por la cantidad de reclusos que hemos detectado en registros de la penitenciaría, en algunosde los pabellones las celdas deben haber sido compartidas por dos o más de ellos (AHM, 1874a). Los sentenciados a la Penitenciaría y presidio permanecían en los pabellones 4 y 5 del hexágono; los condenados a prisión estaban confinados a los departamentos 3 y 7. Los presos políticos y los decausa que no merezca más que arresto en el 9; los "en trámite" en los recintos 1, 2 y 6; mientras las mujeres, previniendo todo lo que pudiera ofender a la decencia, con precauciones de estructura, de inspección y de disciplina, tenían su sector en el pabellón exterior izquierdo.

2.3. El trabajo, la incomunicación y la instrucción
Bentham concedía una enorme importancia al trabajo como dispositivo disciplinario y de consuelo. Éste tenía como fin ocupar el tiempo de los detenidos, además de constituir, según Foucault, una relación de poder, de sumisión individual (Foucault, 1981, p. 245). A lostrabajos en la cárcel de Mendoza, consistentes encarpintería, zapatería y hojalatería, esterería,cordelería (AHM, 1865), eran encomendados - nohay datos de sucesión de trabajos diferentes - presos designados según sus aptitudes, o los que estando sus causas en trámite pidieran voluntariamente ocupación. Según lo que podemos leer en el plano (imagen 7) publicado por Cirvini (1990, p. 93),13 cada pabellón tenía su espacio para taller y las respectivas letrinas frente a las celdas, lo que permitía el ejercicio de una táctica de "anti- aglomeración" a partir del control sobre una cantidad limitada de presos - división de zonas - y poner en práctica la disposición de incomunicación (AHM, 1874b),14 que por reglamento se establecía entre los presos de distintas secciones (principio de aislamiento).


7. Planta de la Penitenciaria de Mendoza, relevado en 1890 (Copia digitalizada, archivo Ahter-Cricyt).

Existía también el trabajo extramuros, que era ejercido por los presos de la sección "presidio" puestos a disposición de la Municipalidad. Se les permitía a tal efecto salir diariamente custodiados. El reglamento de 1880 amplía las posibilidades, incluyendo en su artículo 46 la opción de entregar por lista nominal y bajo recibo, presidiarios a todo aquel que se haga cargo de ellos para el trabajo fuera del establecimiento, debiendo "devolverlos" al ponerse el sol. Las horas de trabajo no podían ser menos de seis ni exceder las diez. Cada cuatro meses el administrador entregaba vales a los presos por el valor líquido que resultara a su favor, los cuales eran abonados al salir de la cárcel (Reglamento para lacárcel penitenciaria..., 1880). En los escritos se hace referencia tanto al resultado "moralizador" que se obtenía, imprimiendo en los condenados el hábito al trabajo y dándoles medios para formar capital, como a la aplicación de penas correccionales - dispositivo educativo - por faltas a las obligaciones.
En cuanto a la instrucción y ocupación de los detenidos y en directa relación con los argumentos de Bentham al respecto: "toda casa de penitenciadebe ser una escuela la lectura, la escritura, laaritmética, pueden convertir a todos... la música podría tener una utilidad especial llamando mayor concurrencia a la capilla. En el domingo la enseñanza será moral y religiosa" (Bentham, 1989, p. 95); en la cárcel provincial, el reglamento contemplaba el traslado de los reos para la enseñanza de la doctrina cristiana, al local destinado a tal efecto, bajo la vigilancia de los guardianes y dos o más centinelas. Allí el sacerdote impartía la misa sólopara los presos que profesaban la religión católica,pero eran obligatorias para todos las tres horas de "algún libro instructivo y religioso" después de cada misa.



8. Foto aérea actual cárcel de Mendoza (c. 1940, archivo Ahter-Cricyt).

Los presos podían contratar el aprendizaje de la música o el dibujo, siempre que la enseñanza pudiera ser dentro de las prescripciones del reglamento envigencia y la disciplina general del establecimiento (Bentham, 1989, p. 95). Se les permitía, sólo en las horas de descanso, tocar instrumentos y conversar con los del mismo pabellón, pero estaban prohibidos los juegos de naipes, así como todo otro entretenimiento dañoso a la moralidad y buenas costumbres. Así, la prisión, dice Foucault, se ocupaba de todos los aspectos del individuo, de su educación, de su aptitud para el trabajo, de su conducta cotidiana, de su actitud moral y de sus disposiciones.

2.4. Teatro y museo del castigo.
El sistema carcelario que estudiamos lleva consigo la designación de espacio disciplinar no sólo por su estructura interna – arquitectónica y penal - sino por toda la serie de signos que genera hacia el exterior – sociedad - que tienen como fin último servir de dispositivo educativo y ejemplarizante. Uno de ellos, dice Foucault, es la muralla de circunvalación, quese manifiesta como figura simbólica y monótona del poder de castigar, de la "infranqueabilidad" y la incomunicación. Otro sistema para hacer el castigo visible - y controlable socialmente - es que el trabajo de los presos se torne público (Bentham, 1989, p. 95), que los presos en la calle se hagan visibles a través de su vestimenta, de los números de identificación, de la custodia. En este caso, tal comolo describe Foucault: "el soporte del ejemplo es ladisposición escénica y pictórica de la moralidad pública" (Foucault, 1981, p. 108).
En Mendoza, una forma de reforzar colectivamente el vínculo "visible" entre la idea del delito y la idea de la pena, fue para el gobierno provincial ladisposición de que todos los instrumentos de delitoscomisados por el juzgado del crimen fueran remitidos a la Biblioteca San Martín "para que sirvan al Museo,con una inscripción en cada objeto, explicando suorigen, la fecha en que se produjo el hecho, herido, heridas y demás personas que tomaron parte de él" (Reglamento para la cárcel penitenciaria..., 1880).
Si bien no tenemos datos de que el "museo" se haya concretado, la fe en este tipo de dispositivos se basaba en la idea de que este juego de signos disminuía la atracción por el delito, aumentando el interés que convierte la pena en algo temible. Pena visible, al menos parte de ella, como espectáculo, como teatro moral cuyas representaciones imprimían el terror del delito, de lo que no debe ser y de lo que no hay que hacer.

3. Epílogo. El espacio y el poder
En el trabajo realizado, hemos intentado analizar una serie de apropiaciones e influencias materiales y conceptuales de la propuesta panóptica en el caso de la primera cárcel para Mendoza de 1864. La tipología benthamiana, como tecnología de poder específica para resolver los problemas de la vigilancia, sometida a adaptaciones y modificaciones, se utilizó para ejercer el control yel sometimiento de los presos mendocinos a la autoridad desde fines del siglo XIX. El edificio penitenciario sirvió a sus fines durante cuarenta años. Contrario a la ilusión de Bentham de que la gente se haría virtuosa por el hecho de ser observada, el número de reclusos fue aumentando a medidaque aumentaba la población de la provincia; eledificio, que también presentaba falenciasconstructivas, colapsó. Con los cambios deautoridades y a partir la decisión política de levantaruna cárcel con mayor capacidad en un lugar menos central, el edificio de Moneta fue reemplazado aprincipios del siglo XX. La nueva cárcel se levantóhacia el oeste, fuera de la trama urbana más consolidada. El predio de la primera cárcel fue ocupado por el conjunto que componen el teatro Independencia y el originalmente Plaza Hotel de Mendoza, hoy Park Hyatt.
El sistema panóptico "probado" por primera vez en el país en 1864, siguió vigente en la provincia a través de la cárcel inaugurada en 1906, que se realizó enbase al proyecto que el ingeniero Nicolás de Rossetti presentara en 1895, dentro del ámbito de laSuperintendencia de Irrigación y Obras Públicas. Lapropuesta original consistió en un conjunto de edificioscerrados dentro de un muro perimetral con formapoligonal, con el sector de las celdas desarrolladas en planta radial de cinco alas. Siguiendotipológicamente el modelo de la cárcel de Filadelfia y conceptualmente el principio panóptico de "casa de Inspección", el edificio se emplaza hoy sobre la actual avenida Boulogne Sur Mer (imagen 7).
En 1997, y por un nuevo colapso en la capacidad del edificio penitenciario, el gobierno provincial abrió unconcurso de proyectos para una nueva cárcel paraMendoza, que se emplazaría más alejada aún del centro del trazado de la Ciudad Nueva, en el departamento de Luján de Cuyo.
Esta vez el proyecto ganador para el Centro de Detención de Procesados y Contraventores y de Rehabilitación de Penados; sin centro de inspeccióny con una marcada relación arquitectónica y penal entre el interior y el exterior, propone una concepción absolutamente distinta a la del moderno sistemapanóptico de fines del siglo XIX. Mientras se espera la conclusión de las obras de este Centro, el edificio inaugurado en 1906 continúa, aún colapsado, en funcionamiento. A principios del siglo XXI, el panoptismo, resultado de un largo proceso de relación entre la historia de los espacios y la historia de los poderes, tal como en la antigua cárcel de 1864, sigue ejerciendo el poder de la mirada sobre la población penitenciaria mendocina.

Fuentes y bibliografía

Fuentes
1. AHM, Archivo Histórico de Mendoza (1864). Documentación referente a la construcción de la Cárcel Penitenciaria. Obras Públicas, carpeta Nº 149, Documento Nº 20, abril 11.       
2. AHM, Archivo Histórico de Mendoza (1865). Don León Gourdon al Sr. Ministro, adjuntando las propuestas para hacerse cargo de la dirección de los talleres para distintos oficios que se establecerán en la cárcel. Penitenciaría, carpeta Nº 164, Documento Nº 19, junio 20.       
3. AHM, Archivo Histórico de Mendoza (1874a). Nómina de presos en la cárcel durante los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre de 1873 y enero de 1874. Penitenciaría, carpeta Nº 165, documento Nº 12, enero 7.       
4. AHM, Archivo Histórico de Mendoza (1874b). Proyecto de reglamento para la cárcel penitenciaria. Penitenciaría, carpeta Nº 165, documento Nº 27, mayo 15.     
5. Discurso del gobernador Villanueva a la Legislatura (1873). Registro Oficial, febrero 3.     
6. Reglamento para la cárcel penitenciaria decretado por el gobernador Villanueva (1880). Registro Oficial, diciembre 18.       

Bibliografía
7. Bentham, J. (1989) [1791]. El panóptico. Madrid: La Piqueta.       
8. Cirvini, S. (1989). La estructura profesional y técnica en la construcción de Mendoza, tomo I. Mendoza: Instituto Argentino de Investigación de Historia de la Arquitectura y el Urbanismo (IAIHAU).       
9. Cirvini, S. (1990). Tipologías funcionales. Serie cárceles penitenciarias. En Informe anual 1989-1990. Mendoza: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET), Centro Regional de investigaciones Científicas y Tecnológicas (CRICYT), mimeo.        
10. Cirvini, S. (s/f.). El patrimonio arquitectónico de Mendoza. Revista Serie Básica, No. 6, pp. 14-16.      
11. Foucault, M. (1981). Vigilar y castigar: el nacimiento de la prisión. Madrid: Siglo XXI.      
12. Galería de fotografías de la penitenciaría de Mendoza en: www.penitenciaria.mendoza.gov.ar. Consulta enero de 2005        
13. García Basalo, J. C. (1959). Introducción a la arquitectura penitenciaria. Revista Penal y Penitenciaria, tomo XXII, pp. 41-84.        
14. García Basalo, J. C. (1979). Historia de la penitenciaría de Buenos Aires (1869-1880). Buenos Aires: Penitenciaría Argentina.        
15. Gutiérrez, R. (1997). Arquitectura y Urbanismo en Iberoamérica. Madrid: Cátedra.        [ 
16. Pevsner, N. (1976). Prisiones. En Historia de las tipologías arquitectónicas (pp. 189-202; 383-386). Barcelona: Gustavo Gili.        
17. Ponte, J. (1987). Mendoza aquella ciudad de barro. Mendoza: Municipalidad de Mendoza.        

Notas
1 Arquitectura penitenciaria: arte de construir edificios destinados a prisiones o a instituciones similares. Fernando Cadalso citado por García Basalo (1959, p. 42).
2 Otras figuras como John Howard o John Haviland, son también relevantes dentro de la evolución histórica de la arquitectura penitenciaria, a los efectos de nuestro trabajo; nos detendremos particularmente en el aporte de Jeremías Bentham (1989, p. 41 y sig.).
3 Aunque la idea de panóptico ya existía (Escuela Militar de París, 1755, o la ciudad en la salina de Arc-et-Senans de Ledoux), es Bentham quien la formula. Ver "El ojo del poder. Entrevista con Michel Foucault" (Bentham, 1989).
4 En estudios previos, la arquitecto Silvia Cirvini (1989; 1990; s/f.) detalla que el sistema panóptico es adoptado inicialmente a nivel nacional en el proyecto que Moneta hace para la primera cárcel de Mendoza. Nuestro trabajo supone una ampliación respecto de este enfoque. Basándonos en esta hipótesis que destaca aspectos tipológicos, nos ocupamos también del funcionamiento del penal como sistema simbólico y dispositivo social, utilizado con el objetivo de resolver los problemas de vigilancia y conducta de los reos, y "educar" a la sociedad mendocina finisecular.
5 El mismo Bentham (1989) habla de la aplicabilidad del principio panóptico a diversas instituciones en las que haya que ejercer vigilancia: fábricas, hospitales, psiquiátricos, etc.
6 Mendoza, fundada en 1561, sufrió un sismo el 20 de marzo de 1861, que destruyó la ciudad. El siniestro propició el traslado de la ciudad hacia el oeste, a la entonces hacienda de San Nicolás, que se convertiría en centro del nuevo trazado en damero, con una plaza central de cuatro manzanas y cuatro plazas satelitales. Como parte de la estrategia de apropiación de esta porción de territorio se empezaron a construir en torno a la plaza mayor los principales edificios públicos: Casa de Gobierno y Departamento de Policía (1863), Iglesia Matriz (1864), Hospital (1864) y, por supuesto, la Cárcel (1864), ya que la antigua prisión que funcionaba en el Cabildo había colapsado en el terremoto junto con aquél. Tanto la Cárcel como el resto de los edificios construidos en los años siguientes a la catástrofe en la ciudad nueva formaronparte de un oportuno anclaje espacial del gobierno local, que pretendió borrar el pasado colonial (siguiendo premisas nacionales) y crear una sociedad mendocina moderna y por ende anti-hispánica.
7 El resto de las cárceles que adoptan este sistema en el país son posteriores a la de Mendoza (1864): penitenciaríade Buenos Aires (1876), Sierra Chica (1895), Ushuaia (1902) y nuevamente Mendoza (1906). Al respecto ver el trabajo de Cirvini (1990).
8 La Comisión Filantrópica fue creada por el presidente Mitreel 7 de abril de 1863, para instrumentar la ayuda a la provincia de Mendoza. La Comisión estaba compuesta por siete vecinos de Mendoza y un presidente, elegidos por el gobierno nacional. Los objetivos principales de la misma eran: proyectar las obras necesarias, realizar el presupuesto y hacer trazar los planos correspondientes, girar los fondos y dirigir la construcción de las obras celebrando los contratos de ejecución. Fue suprimida por ineficiencia operativa por el mismo Mitre, mediante decreto el 16 de agosto de 1864 (Cirvini, 1989, p. 81 y sig.).
9 Si bien no se ha hallado documentación que verifique la autoría de Moneta, consideramos con Cirvini que en la provincia, en aquel momento, no hay otro profesional (salvo Balloffet y Rivarola, de los que se conoce la trayectoria y se sabe que no lo hicieron) que por su origen y formación hayan podido conocer el sistema panóptico y los modelos arquitectónicos "en vigencia"; además, laposterior participación de Moneta en la programación de la Penitenciaría Nacional (Bunge, 1876), permite asociar la similitud de soluciones (Cirvini, 1989, p. 90 y sig.).
10 Clerici actuó en Mendoza entre 1861 y 1886, llevando a cabo, como empresario, la construcción de muchos de los edificios de la Comisión Filantrópica (Cirvini, 1990, p. 112).
11 La penitenciaría de Mendoza sigue en planta el modelo radial adoptado en algunas prisiones belgas, italianas, francesas y norteamericanas contemporáneas o posteriores al Panópticon, entre las que se destacan la de Ackerghem, cerca de Gante (1772-1775), de Malfaison y Kluchman; Millbank en Londres (1813-1821), de Thomas Hardwick y otros; Palermo (1883-40), obra de Vicenzo De Martino; y la penitenciaria de Cherry Hill, Filadelphia (1825), de John Haviland (Pevsner, 1976, p. 195 y sig.).
12 En la fotografía que se adjunta, el número de identificación aparece también en el gorro, el pantalón y la chaqueta.
13 El plano al que hacemos referencia data de 1890 y corresponde a un relevamiento que, a cargo de Julio Balloffet, se llevó a cabo para realizar reparaciones y ampliación de los talleres. Es probable que la construcción de los galpones (tal como figura en el plano), y de la capilla que aparece en el pabellón 4, sean posteriores a 1864, puesto que no hay datos concretos en la documentación referente a la cárcel sobre su construcción en ese momento.
14 Por ejemplo, los guardianes llaveros tenían entre sus deberes no abrir nunca las puertas de dos o más departamentos a un tiempo, para evitar la comunicación de presos de diferentes condiciones.

martes, 12 de agosto de 2014

Martina de Chapanay: La bandolera indómita

Nació en el valle de Zonda, en San Juan de Cuyo, en 1800.  Hija de Chapanay, último cacique huarpe de ese lugar, y de Mercedes González, una cautiva blanca robada a fines del siglo
XVIII.  El vocablo “Chapanay” se debe interpretar así: “chapad”, pantano, y “nai”, negación; por lo tanto: lugar donde no hay pantanos (1).  Desde niña sintió atracción por las tareas propias de los hombres de su condición: fue jinete, baquiana y rastreadora habilísima.  Adquirió asimismo gran capacidad en el arte del cuchillo, del lazo y de las boleadoras.  Sus cualidades de destreza, audacia y valentía no fueron obstáculo para que se transformara en una mujer atractiva que “reinaba en los corazones” y era “admirada y respetada por cierta conducta recatada”.

En 1822, durante uno de sus viajes al Pueblo Viejo (Concepción) con objeto de vender mercaderías, Martina Chapanay conoció a quien tendría trascendente participación en su vida.  Había ido a una de las mejores pulperías de la ciudad a vender unos porrones de “aloja” y adquirir un poco de azúcar, yerba y tabaco; al salir con su compra del local casi se lleva por delante a un mozo que entraba en esos momentos.  Tratábase de un gaucho joven, agraciado, fuerte, de mirada inteligente, bronceado por el sol y con aire de forastero.  Martina le pidió discupa, acompañando su excusa con una sonrisa, desacostumbrada en ella; el desconocido le hizo un tímido saludo con la cabeza, en señal de sorpresa admirativa, permaneciendo al principio como asombrado, corriendo luego a remover los cueros que cubrían el hueco abierto de la puerta del local para facilitar su salida.

Poco después preguntaba al pulpero sobre la joven, se enteró que era la hija del cacique Chapanay.  Quiso gustar el brebaje llevado por la muchacha, que el pulpero le mostró, logrando que éste le sirviese una copa, que le gustó.  El paisano se dirigió al día siguiente a Zonda donde se reunió con el padre de Martina para informarle que Quiroga lo enviaba desde su patria chica, La Rioja, para invitarlos a participar en las montoneras que estaba reuniendo, con hombres de allí y de los pueblos hermanos, para defender la libertad de todos los hombres de esas regiones.  El propósito de salir a la lucha, en esos momentos precisos que la patria debía organizarse, en procura de un gobierno que los protegiese a todos contra las injusticias y abusos a que estaban reducidos desde hacía mucho tiempo, era justo y honroso.

Martina siguiendo sus huellas, se enroló en el ejército de Facundo Quiroga, interviniendo posteriormente en todos los combates de la campaña del riojano.  Guerreó a favor de los caudillos que en las provincias encarnaron los anhelos populares.

Pedro D. Quiroga refiere que Martina “en la mitad de su carrera tuvo que lamentar la pérdida de su compañero que había perecido en la batalla de la Ciudadela en el Tucumán…”.

En efecto, uno de los jefes de la montonera de Facundo Quiroga, el intrépido comandante de gauchos consorte de Martina, perdió la vida al lanzarse en una violenta arremetida contra una línea de bayonetas del enemigo, a la que consiguió quebrar; a poco de haber obtenido ese resultado fue rodeado por milicos de infantería, y en una lucha desigual, que pudo haber prevenido, le mataron el caballo, que le arrastró a tierra, en donde le acosaron sus enemigos, ultimándole con un bayonetazo fatal.

Muerto su consorte, en la Ciudadela, el 4 de noviembre de 1831 y asesinado Quiroga en Barranca Yaco (1835), Martina Chapanay regresó al hogar paterno en Zonda Viejo, que encontró abandonado: los miembros de la pacífica y laboriosa tribu habían sido muertos y robados por el blanco, otros murieron reclutados en los ejércitos y los restantes se refugiaron en la serranía. 

El constante clima de guerra y, en consecuencia, el cierre de establecimientos, habían separado del trabajo a los hombres, y las provincias no pudieron dar a la masa desocupada el sustento necesario.  Malogrado el hábito del trabajo, se originaron las bandas nómadas aplicadas al atraco de la propiedad ajena.  Martina, asilada en los montes, y acorralada por la miseria, se convirtió en jefe indiscutida de una de ellas, siendo repartido el producto de sus robos entre los pobladores más humildes.  Más tarde, se enroló en las huestes del gobernador y caudillo sanjuanino, general Nazario Benavídez, comportándose gallardamente en el combate de Angaco (6 de agosto de 1841) y también en el de La Chacarilla en donde dicho general, favorecido por un fuerte viento Zonda, atacó sorpresivamente a las tropas unitarias del Gral. Mariano Acha que habían acampado en este lugar después de haber vencido a las fuerzas federales en la Batalla de Angaco.  Su participación en las fuerzas federales, en defensa de la provincia de San Juan, junto al gobernador, demostró un deseo de exponer la vida en apoyo del sentir popular de Cuyo en esa contienda civil.

Asesinado Benavídez, en 1858, Martina Chapanay volvió a  asumir la dirección de una cuadrilla de bandoleros.  Poco tiempo después, abandonó esa vida,  acompañando al caudillo Angel Vicente Peñaloza en su última y desgraciada lucha en defensa de los fueros riojanos. 

Pasó sus últimos años arriesgando su vida en salvaguardia y beneficio de su “patria chica”.  Campeó contra las arbitrariedades en provecho de la comunidad, prevaleciendo en ella un deseo constante de hacer el bien al prójimo.  Sus hazañas fueron incontables y heroicas.  Llegó a tener una reputación extraordinaria como benefactora tutelar de los viajeros, y prestó grandes servicios a los hacendados. 

Sin embargo, en los finales de su vida, Martina tuvo actitudes poco felices.  Pedro D. Quiroga dice que: “en las últimas campañas de Peñaloza, ha figurado siempre en la escolta de éste, desempeñando con habilidad la delicada misión de “espía”.  Pero una vez concluida la montonera con la muerte del caudillo, tuvo la previsión de fijar su domicilio en el Valle Fértil, y se ocupaba en dar aviso a las autoridades de todas las intentonas que meditaban los montoneros que habían quedado por entonces dispersos en pequeños grupos asolando las poblaciones de la campaña de la provincia de San Juan”.

Murió en Mogna, absuelta de sus pecados por el cura párroco de Jachal, que también se ocupó de su entierro.  Su tumba ha sido observada por el historiador Marcos estrada en el cementerio viejo de Mogna: “Una cruz de madera, hincada en el suelo, señala el lugar consagrado en donde descansan los restos de una mujer argentina que sobrevivió la tragedia de su época y supo salvarse del naufragio, resucitando a la inmortalidad”.

Lamentablemente no se conoce ningún retrato o ilustración de Martina Chapanay, pero sí nos queda la descripción que Marcos Estrada hace de ella: “de estatura mediana, ni gruesa ni delgada, fuerte, ágil, lozana, mostraba un raro atractivo en su mocedad.  Parecía más alta de su talla: su naturaleza, fuerte y erguida, lucía además un cuello modelado.  Caminaba con pasos cortos, airosa y segura.  Sus facciones, aunque no eran perfectas, mostraban rasgos sobresalientes; su rostro delgado, de tez oscura delicada, boca amplia, de labios gruesos y grandes, nariz mediana, recta, ligeramente aguileña, algo ancha –mayormente en las alas-, pómulos visibles, ojos relativamente grandes, algo oblicuados, garzos, hundidos y brillantes, de mucha expresión, que miraban con firmeza entre espesas pestañas, cejas pobladas, armoniosas, y cabello negro, lacio, atusado a la altura de los hombros.  Su fisonomía era melancólica; podía transformarse en afable, por una sonrisa, dejando visibles dos filas de dientes muy blancos.  A pesar de que su continente era enérgico, había en él un sello de delicada feminidad.  Su carácter, algunas veces alegre, era no obstante taciturno, magnánimo, solía transformarse en irascible, y hasta violento, ante el menor desconocimiento a su persona.  El timbre de su voz era más bien grave, que lo hacía esencialmente expresivo.  Animosa y resuelta, no le fatigaban los grandes viajes ni el trabajo incesante; aguantaba insensible el frío y el calor, y resistía sin lamentaciones el sufrimiento físico”.

Referencia

(1) También se considera que puede tener este otro significado: “chapa”, ocupación o posesionamiento de tierras, y “nay”, hacer.

Fuente

Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930) – Buenos Aires (1969).

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

Estrada, Marcos – Martina Chapanay, realidad y mito – Buenos Aires (1962).

Quiroga, Pedro D. – Martina Chapanay, Leyenda histórica americana – Buenos Aires (1865)

martes, 29 de julio de 2014

Las mujeres, protagonistas ignoradas de la Primera Guerra Mundial

El papel de la mujer durante la Primera Guerra Mundial fue silenciado. Por suerte, investigadores de las universidades Complutense de Madrid y Castilla-La Mancha han consultado fuentes especializadas sobre las actividades de las mujeres durante ese periodo. Han constatado que estas estuvieron en la línea de guerra, en la retaguardia y en los puestos de trabajo que abandonaron forzosamente los hombres para ir a combatir. Concluyen que aunque las mujeres fueron víctimas de la guerra –pues ellas no participaron en su inicio- también fueron ellas las que, calladamente, garantizaron la supervivencia de su familia e incluso, de su comunidad.

Dos investigadores de las universidades Complutense de Madrid y Castilla-La Mancha han indagado en la documentación sobre la historia de las mujeres en la Primera Guerra Mundial. 

“Las consecuencias sociales y políticas de la guerra modificaron los estereotipos tradicionales de género y dieron paso a una nueva mujer moderna, que no se limitaba a vivir en el ámbito privado del hogar. Pero, cuando se volvieron a rehacer las ciudades, al finalizar el conflicto, fue como si esto nunca hubiera pasado”, explica a Sinc Graciela Padilla Castillo, coautora del trabajo y miembro del Instituto de Investigaciones Feministas en la Universidad Complutense de Madrid. 

Según los investigadores, la mayoría de los tratados obviaron la figura y las tareas de la mujer durante la Primera Guerra Mundial, que quedó en la retaguardia, “pero ni mucho menos en segundo plano”, añade Javier Rodríguez Torres, de la Universidad de Castilla-La Mancha y coautor también del estudio. 

Oscurecidas por sus propias parejas 

El paso decisivo para los derechos de las mujeres no llegaría hasta 1947, cuando la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer de Naciones Unidas creó un borrador que pretendía ser instrumento legal para articular los derechos de hombres y mujeres. 

“Muchas mujeres quedaron oscurecidas por sus parejas en este período, porque incluso les tenían que regalar sus obras y sus avances para que los publicaran ellos en vez de ellas”, apunta Rodríguez. 

La investigación se centra en los países de la contienda: Alemania, Gran Bretaña y Francia, por ser los que más sufrieron la guerra. 

“Hasta el momento de la guerra se había avanzado hacia nuevos derechos la mujer, como el sufragio universal y la educación. Con la contienda todo se paraliza. Curiosamente, se rompen las costumbres patriarcales pero, al acabar, lo primordial fue reconstruir las ciudades, atender a los heridos y a los mutilados, y esto supuso un freno para muchas cosas, también para la situación de la mujer”, subraya Padilla.

Víctimas que garantizaron la supervivencia 

Los datos del Instituto Henry Dunant indican que durante 5.000 años de historia, se han producido más de 14.000 guerras, que han causado la muerte de 5.000 millones de seres humanos. 

“La mujer, como parte de la población civil y obviada en cualquier toma de decisión, resulta ser, sobre todo, víctima y, por lo general, son ellas las que calladamente, en periodos de guerra, han garantizado la supervivencia de su familia e incluso, de su comunidad”, explican en el estudio. 

Esta guerra movilizó a unos 65 millones de soldados entre todos los contendientes, provocó que la retaguardia quedara huérfana de mano de obra y hubo que recurrir a la mujer para mantener la producción. 

Como ejemplo, la investigación recalca que 430.000 francesas y 800.000 británicas pasaron de ser amas de casa a obreras asalariadas e incluso, muchas de ellas forman parte de la propia guerra. 

“En Alemania, sin participar directamente en las unidades de combate, contribuyeron en las actividades de la guerra, trabajando en las fábricas de armamentos y desarrollando diversas tareas cerca del frente de batalla: avituallamiento, depósito de municiones, etc. Poco antes de terminar la guerra, casi 68.000 mujeres reemplazaron a los hombres que estaban en el frente”, aseguran. 

Según Padilla, “las mujeres demostraron que podían tener roles totalmente nuevos. Antes de esta gran guerra se hablaba de que las mujeres no podían desenvolver los mismos trabajos por diferencias físicas y psicológicas, y eso afortunadamente se rompió”. 

En las fuerzas armadas 

En Inglaterra, las mujeres también participaron en el conflicto bélico como civiles, con o sin remuneración. De hecho, 80.000 mujeres se enrolaron como auxiliares en las unidades femeninas de las fuerzas armadas. Otras tantas prestaron servicio como enfermeras. 

En Rusia se formó la primera unidad de combate exclusivamente femenina, el Batallón de la Muerte de Mujeres, compuesto por 2.000 voluntarias que fueron entrenadas por Maria Leontievna Bochkareva, más conocida por su apodo, Yashka. 

En España hubo también avances, pero muy alejados de los países de la contienda. “Si quisiéramos compararlo con nuestra guerra civil –comenta la experta– no existe prácticamente relación. Se produjeron casos semejantes únicamente en educación, pero en la I Guerra Mundial estábamos bastante por detrás de otros países. Tampoco hubo comandos o unidades de soldados mujeres. O, si existieron, no le han dado visibilidad hasta donde hemos averiguado”. 

Los españoles habían perdido ya en este momento los últimos territorios del Imperio colonial y, por tanto, estaban al margen de los asuntos continentales que ocupaban las claves diplomáticas de esta época. “Era una pequeña potencia con intereses reducidos al norte de África, a la sombra de los intereses coloniales de las potencias europeas”, exponen. 

Cambio del estereotipo femenino 

La Primera Guerra Mundial trajo consigo los primeros conceptos modernos sobre la mujer y la sociedad: la aparición, por primera vez en la historia de Europa, de una sociedad mixta. 

Las féminas ocuparon los sillones de los varones y pudieron mantener una vida pública y privada que favoreció su desarrollo personal y profesional. Asimismo, rompió con las costumbres de la época, provocó cambios sustanciales en las relaciones familiares y maritales, y hasta cambios estéticos que siguieron impulsando su emancipación. 

“El mejor ejemplo de este cambio político es Gran Bretaña. Allí, las sufragistas perdieron, catorce veces, pugnas parlamentarias para conseguir el derecho al voto. Sin embargo, su empoderamiento como consecuencia de su contribución a la Gran Guerra fue decisivo para su obtención”, señalan los investigadores. Lo consiguieron, finalmente, en 1928. 


España seguiría el ejemplo con la Constitución de 1931, durante la Segunda República. Las mujeres españolas ejercieron su derecho al voto, por vez primera, en las elecciones de 1933. Esto también sustenta la idea de que el país no participó en la Gran Guerra directamente pero se vio involucrado ideológicamente, con sus consecuencias negativas y positivas, como en el caso del sufragio femenino. La dictadura de Franco lo anularía de nuevo hasta 1975. 

Para consultas ...un buen libro: Graciela Padilla Castillo y Javier Rodríguez Torres. La I Guerra Mundial en la retaguardia: la mujer protagonista.Historia y Comunicación Social (2013).

lunes, 28 de julio de 2014

La Primera Guerra Mundial

¿Por qué se produjo la guerra? 
Una de las principales causas fue la rivalidad comercial entre las principales potencias europeas, en particular entre Inglaterra y Alemania, que venían disputándose mercados y territorios en todo el mundo. El conflicto estalló cuando el 14 de junio de 1914 el heredero al trono austro-húngaro, Francisco Fernando, fue asesinado en la ciudad de Sarajevo, capital de Bosnia, por un estudiante serbio.
El efecto dominó 
El emperador austro-húngaro, apoyado por Alemania, culpó a Serbia por el atentado. Serbia era aliada de Rusia, que a su vez era aliada de Francia. Pocos días después, Alemania declaraba la guerra a Francia e invadía Bélgica, lo que provocó la reacción inglesa y su entrada en el conflicto. Comenzaba así la Primera Guerra Mundial, en la que se enfrentaron dos bloques: por un lado, los países de la Triple Entente, llamados comúnmente "aliados": Rusia, Francia, Gran Bretaña, a la que más tarde se sumarían Italia (en 1915) y los EE.UU. (en 1917); y por el otro, los de la Triple Alianza, conocidos como "Potencias Centrales”: Alemania, Austria-Hungría y Turquía.
¿Cómo reaccionó la gente frente a la guerra? 
En muchos países los sindicatos y los partidos obreros se opusieron al conflicto porque consideraban que era una guerra puramente comercial y que los trabajadores no tenían nada que ganar en ella y todo para perder. Frente a estas protestas, los gobiernos lanzaron fuertes campañas de propaganda patriótica con la intención de que la gente viera en la guerra una causa nacional. Esto despertó ciertos fervores nacionalistas que se fueron apagando a lo largo de los cuatro años del conflicto más sangriento de la historia hasta ese momento.
¿Cómo fue la guerra? 
La guerra se fue desarrollando en distintos frentes, pero dos fueron los más importantes y donde se produjeron la mayoría de los combates: el frente oriental (Rusia) y el Occidental (Francia y Bélgica). Durante el conflicto se usaron nuevos recursos mortíferos como las armas químicas y el gas asfixiante, que provocaban daños irreparables; modernas ametralladoras y tanques de guerra.
¿Cómo terminó? 
Durante los tres primeros años, la guerra parecía desenvolverse en un eventual empate entre los bloques enfrentados. Esta situación cambió en 1917 con la incorporación de los aliados al bando aliado que compensó con creces la retirada de Rusia del conflicto. A mediados de 1918, los aliados vencieron en Amiens a los alemanes, en septiembre, a los austro-húngaros en Italia y en octubre, a los turcos en Medio Oriente. El 4 de noviembre de 1918, Austria se rindió dejando sin defensas al ejército alemán que pidió la rendición el 11 de noviembre. Así concluía la guerra con el triunfo de los aliados.
¿Qué pasó en Versalles? 
En enero de 1919 los países vencedores se reunieron en el palacio de Versalles, cerca de París. Acordaron las nuevas fronteras europeas y el pago por parte de los vencidos de indemnizaciones de guerra por los daños causados durante el conflicto. Alemania perdió sus colonias, debió desmantelar su flota y reducir su ejército; Francia recuperó las regiones de Alsacia y Lorena; el Imperio Austro-Húngaro quedó desintegrado y surgieron nuevas naciones como Checoslovaquia, Yugoslavia y Hungría.
¿Cuáles fueron las consecuencias de la guerra? 
La guerra fue terrible y sus consecuencias duraderas. Murieron casi 10 millones de personas, 20 millones quedaron heridas o mutiladas. A las heridas físicas hay que agregarle los rencores por el trazado de las nuevas fronteras que serán el germen de nuevos conflictos. Europa quedó destrozada y su economía arruinada. Sólo hubo un gran vencedor: EE.UU., que entró tardíamente al conflicto en 1917 y logró transformarse en el gran proveedor de capitales y productos para todos los países europeos. A diferencia de todos los otros países, EE.UU. perdió muy pocos hombres y contó con la ventaja de que ningún combate se desarrollara en su territorio. La economía norteamericana salió muy fortalecida tras el conflicto.
¿Qué pasó con las mujeres? 
Otra consecuencia notable del conflicto será el nuevo rol de la mujer que había reemplazado a los hombres en las fábricas y en los lugares de trabajo. Si eran capaces de trabajar a la par de los hombres, ¿por qué no podrían votar y ser electas para cargos públicos como ellos? En la mayoría de los países sus derechos civiles fueron reconocidos y el voto femenino dejó de ser un tema de discusión para transformarse en una realidad.
De la guerra a la revolución 
En Rusia donde la guerra era notablemente impopular, se producen importantes motines de obreros, soldados y campesinos que cuestionan el manejo del conflicto pero también al régimen zarista en su conjunto. Liderados por Lenin, los comunistas rusos, llamados bolcheviques, logran el apoyo de la mayoría de la población y derrocan a fines de 1917 al zar Nicolás II. El nuevo gobierno basa su poder en los soviets, grupos de obreros, soldados y campesinos que deliberan y deciden el futuro de Rusia, que se transforma en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

martes, 15 de julio de 2014

Ellas también se rebelaron

El 14 de julio de 1789 el pueblo de París tomaba la Bastilla. Empezaba una de las
revoluciones más importantes y trascendentales de la historia de Europa. Aquel caluroso día de julio suponía la culminación de unas ideas revolucionarias que se habían estado forjando durante los años previos. Ideas que no sólo gestaron los hombres ilustrados. Tampoco fueron sólo ellos los que lucharon en la primera línea de los distintos frentes ni en la cúpula del poder. Y por supuesto tampoco se libraron de la temida “Madame Guillotine”. Como no podía ser menos, en el aniversario del inicio de la Revolución Francesa, recordamos en esta columna a aquellas mujeres que escribieron alguna de sus páginas más destacadas.

Empezamos con las teóricas, las filósofas y pensadoras que se unieron al grupo de ilustrados que reflexionaron sobre los derechos del hombre. Pero ellas dieron una vuelta de tuerca a unas ideas que parecían universales pero que en verdad sólo beneficiaban a ellos. Considerando que la mujer seguía siendo una propiedad del marido, si éste era libre e igual que el resto de ciudadanos, ellas ya tenían más que suficiente. Por suerte no fue así. Pensadoras como Mary Wollstonecraft (1759-1797) y Olympe de Gouges (1748-1793) defendieron en aquellos años revolucionarios los derechos de los hombres, sí, pero también, y sobre todo, de las mujeres. Todos iguales, sin distinción de sexo. Wollstonecraft defendió en su obra Vindicación de los derechos de la mujer que las mujeres no eran más cultas simplemente porque no tenían acceso al conocimiento, no porque fueran de distinta naturaleza que los hombres, como durante siglos se venía afirmando taxativamente. Participante activa en la revolución francesa, Mary viajó a París en 1892 desde su Inglaterra natal para poner en práctica sus ideas.

Olympe de Gouges fue aún más lejos que la escritora inglesa. Cuando se proclamaron los Derechos del Hombre y el Ciudadano en agosto de 1789, Olympe hizo una versión femenina de dicha declaración, poniendo de manifiesto que la declaración aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente de Francia beneficiaba exclusivamente a los hombres, dejando a un lado a la otra mitad de la ciudadanía. La osadía de Olympe, quien redactó una declaración análoga para las mujeres, le valió morir guillotinada.


Como ella, muchas otras mujeres pasaron por la “hoja de la razón”. Una de las más conocidas fue sin duda Charlotte Corday (1768-1793), la joven asesina del revolucionario jacobino Marat en un momento en el que la revolución tomada unos derroteros demasiado radicales y sanguinarios. Corday, defensora de los moderados girondinos, consiguió su objetivo de terminar con Marat pero terminó con su cabeza guillotinada.

También se postró ante “Madame guillotine” la reina María Antonieta  (1774-1793) pero por razones bien distintas. Después de años de excesos y lujos y ajena a la miseria del pueblo, María Antonieta tuvo el mismo final que su esposo, el rey Luis XVI. Fue guillotinada el 21 de enero de 1793.

Quien se libró en varias ocasiones de tan terrible final fue una dama de la alta sociedad de origen español y que movió los hilos de muchos grandes personajes en la sombra de sus palacios. Esa dama se llamaba Teresa Cabarrús (1773-1835) y jugó un importantísimo papel en los entresijos revolucionarios de los años del Terror y los primeros tiempos del general Bonaparte.

Y junto a ellas, mujeres que pasaron a la historia con nombre y apellidos, muchísimas otras, solteras, esposas, viudas, madres, que lucharon por sus ideales o simplemente por la supervivencia de sus seres queridos.

martes, 15 de abril de 2014

El Che, Sartre, Beauvoir y un encuentro en La Habana

Evocado, leído, olvidado y siempre polémico, el francés Jean Paul Sartre es un ícono del siglo XX, como también su compañera, la escritora Simone de Beauvoir a quien, en la pasada XVI Feria Internacional del Libro, celebrada en la capital cubana, se le rindió tributo en la mesa redonda dedicada a las Mujeres en la Literatura, que se efectuó en febrero del 2007, en la sala José Antonio Portuondo, de la antigua fortaleza militar de La Cabaña, en la que fuera comandancia del Che Guevara, en los primeros meses de la Revolución.

En ese encuentro participaron varias escritoras argentinas, ya que el país invitado de honor de esa edición de la feria lo era la nación sudamericana, entre las que se encontraban María Negroni, Tununa Mercado, Cristina Mucci, Luisa Valenzuela y Liliana Heer, quienes dialogaron sobre los nexos de la literatura, el feminismo y los múltiples imaginarios.

Liliana Heer, al evocar a Beauvoir, afirmó: "ella sigue viva, entre nosotras, por su libro iniciático y feminista". Esa obra, publicada en 1949, y que sería traducida al español y profusamente leída sólo en 1954, convirtió a la escritora francesa en la un referente sustancial del discurso femenino contemporáneo. 

Ambos intelectuales galos, Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir vinieron a La Habana, en 1960, para conocer el proceso revolucionario, dentro de aquella mítica de los jóvenes héroes de la Sierra Maestra. La pareja se entrevistó, precisamente, con el Che en su despacho del Banco Central de La Habana, como lo testimonió la célebre fotografía de Alberto Korda. Asistieron al estreno de la pieza sartreana La ramera respetuosa, con Fidel Castro, en la sala Covarrubias del Teatro Nacional, la cual se encontraba todavía en construcción. Realizaron un intenso periplo por la Isla , llegaron hasta la Ciénaga de Zapata, escenario meses más tarde, de la batalla de Playa Girón, frente a la invasión mercenaria por Bahía de Cochinos. 

De aquella visita nació el libro Sartre Visita Cuba, publicado en La Habana, en 1960, por las Ediciones R. En las páginas de este libro el filósofo narró sus vivencias en la Cuba revolucionaria. Jean Paul Sartre y Simone Beauvoir llegaron a La Habana cuando entraban en vigor el sabotaje económico de Estados Unidos y se arreciaban los planes de la CIA. "Puesto que era necesaria una revolución" —escribió Sartre—, "las circunstancias designaron a la juventud para hacerla. Solo la juventud experimentaba suficiente cólera y angustia para emprenderla y tenía suficiente pureza para llevarla a cabo". 

Y añadía en su libro testimonial: "Hoy, en el taller, en los campos, en un ministerio, el trabajo es joven, verdaderamente joven", admirado ante un liderazgo de hombres jóvenes. 

El Che tenía sólo 32 años cuando recibió a Simone de Beauvoir y a Jean Paul Sartre, a medianoche. "El comandante Ernesto Guevara es considerado hombre de gran cultura y ello se advierte: no se necesita mucho tiempo para comprender que detrás de cada frase suya hay una reserva en oro" —observó Sartre en 1960—. "Pero un abismo separa esa amplia cultura, esos conocimientos generales de un médico joven que por inclinación, por pasión, se ha dedicado al estudio de las ciencias sociales, de los conocimientos precisos y técnicos indispensables en un banquero estatal". 

Sus palabras apresaron sentimientos y emociones: "Se abrió una puerta y Simone de Beauvoir y yo entramos: un oficial rebelde, cubierto con una boina, me esperaba: tenía barba y los cabellos largos como los soldados del vestíbulo, pero su rostro terso y dispuesto, me pareció matinal. Era Guevara". 

El guerrillero protagonizaba el virtual diario sartreano sobre Cuba y su revolución: "Lo cierto es que había empezado a trabajar muy temprano la víspera, almorzado y comido en su despacho, recibido a visitantes y que esperaba recibir a otros después de mí. Oí que la puerta se cerraba a mi espalda y perdí a la vez el recuerdo de mi viejo cansancio y la noción de la hora. En aquel despacho no entra la noche. En aquellos hombres en plena vigilia, al mejor de ellos, dormir no les parece una necesidad natural sino una rutina de la cual se han librado más o menos. No sé cuándo descansan Guevara y sus compañeros. Supongo que depende: el rendimiento decide; si baja, se detienen. Pero de todas maneras, ya que buscan en sus vidas horas baldías, es normal que primero las arranquen a los latifundios del sueño". 

Junto a Jean Paul Sartre estaba entonces su esposa, la escritora Simone de Beauvoir, la célebre autora de El Segundo Sexo, libro que revolucionó los conceptos sobre la condición de las mujeres, y que había nacido en París, en un contexto familiar burgués y católico quien lo acompañaría en las dos visitas que hicieron a Cuba en 1960: primero del 20 de febrero al 15 de marzo, y otra más breve, a su regreso de Brasil, desde el 21 al 28 de octubre. 

Ella también llegaba a Cuba con su aureola personal, la de una de las más polémicas y singulares figuras del pensamiento feminista, quien desde sus escritos ensayísticos había reivindicado el derecho a la libertad como revolución personal, desde la crítica sobre las diferencias sexistas impuestas a las mujeres, relegadas a ser, en la sociedad patriarcal, "El Segundo Sexo". 
Al ser entrevistados para Lunes de Revolución, por el escritor Humberto Arenal, ambos manifestaron sus opiniones, él más inclinado hacia los terrenos de la filosofía, y ella más interesada por la vertiente literaria. Precisamente, sería Simone quien, y gracias a su dominio del inglés, permitió que el diálogo fluyera. Al paso de los años, aquel periodista, (destacado dramaturgo y narrador cubano) recuerda, al evocar aquel encuentro que Beauvoir : "no era su "alumnita" como a veces la titulaban y parecía tener más sentido de la realidad que Sartre". 

Entonces se produjo un incidente que se suma al testimonio de Arenal, la inesperada aparición en el Hotel Nacional, y en aquella entrevista, del dramaturgo estadounidense Tennesse Williams. "Creo que en el primer momento Sartre no sabía exactamente quién era, y Simone lo reconoció pero, en verdad, estaba sorprendida. Yo, ante la grotesca escena, no sabía qué actitud tomar, aunque estaba obviamente muy molesto. Por eso le dije que yo no era un intruso que estaba allí sin permiso. La entrevista había sido concertada, no estábamos hablando tonterías, y si alguien estaba de más era él. Pero obviamente él estaba dispuesto a interrumpirnos sin ninguna consideración. Típica prepotencia de un ser que se creía superior, ciudadano de una gran nación, un escritor conocido en todo el mundo. No es el lugar para discutir sus méritos como dramaturgo, porque eso no era lo que estaba en juego. Pero él no estaba dispuesto a oírme ni a detenerse. Balbuceando frases incoherentes tomó a Mrs. Vaccaro por una mano y la acercó a nosotros diciendo una y otra vez que ella era una gran admiradora de ellos y que quería conocerlos, hablar con ellos. La pobre mujer, con cierta timidez repetía palabritas en francés y se dejaba llevar de un lado a otro. Han pasado más de cuarenta años pero no olvido lo que pasó entonces. Simone de Beauvoir se puso de pie y le dijo en su buen inglés que él estaba interrumpiéndonos y que por favor se marchara. Después hablarían con él. Entonces él gritó desaforado: "¡I am Tennesse Williams!". Se había roto la magia y el diálogo se vio cortado: "Nunca insistí en continuar esta entrevista que terminó tan mal. No había tiempo y sobre todo se rompió la buena atmósfera y la excelente comunicación que había entre nosotros." Queda en el testimonio la fortaleza de carácter de Beauvoir. 

Simone de Beauvoir quien conoció a Jean Paul Sastre, en la Sorbona, cuando ingresó para estudiar Filosofía, con sólo 21 años, y con él compartió el Existencialismo y una muy abierta relación amorosa que no limitaron sus potencialidades, fue per se, una de las más prestigiosas personalidades del pensamiento intelectual de su época, signada su obra por el feminismo, corriente a la que también sometió a sus reflexiones porque consideraba que "El feminismo no ha llegado al fondo del problema: la opresión a la que el hombre ha sometido a la mujer. Y debe ser liberada ya que no es considerada como ser humano, sino que ha quedado relegada a un segundo plano" --Segundo sexo--, ha sido reducida a objeto sexual para satisfacción del hombre".

No sólo desde el plano de la prosa ensayística se volcó Beauvoir a la batalla, también defendió sus tesis desde el lenguaje de la ficción, en el costado de las bellas letras, así escribió su primera novela La invitada ( L´ invitée ), que apareció en1943. Abandonó su condición de docente, para lanzarse al campo de las ideas y de la literatura, en publicaciones como la revista dirigida por Sartre Les Temps modernes , al tiempo que enriquecía sus conocimientos teóricos en la praxis de sus viajes, junto a Jean Paul, por otros países de Europa, Estados Unidos, la antigua Unión Soviética, China y Cuba.

Incansable en la defensa de sus ideas, esa mujer nacida en 1908, firmaría en 1971, el famoso manifiesto de las 343 intelectuales a favor de la despenalización del aborto y, luego, desde 1972 se integró al Movimiento para la Liberación de la Mujer.

Durante su vida, que concluyó en 1986, realizó también un intenso activismo ideológico sin abandonar su ejercicio literario como lo testimonian sus obras La sangre de los otros (1944), Todos los hombres son mortales (1947), El segundo sexo (1949), que sería el best seller de su producción, Los mandarines (1954), novela por la que recibió, en Francia, el Premio Goncourt, así como otras obras más personales y autobiográficas entre las que se encuentran sus Memorias de una joven formal (1958) y La plenitud de la vida (1960), La fuerza de las cosas (1963), Una muerte muy dulce (1964), en la que aborda el tema de la muerte de su madre, y por último La mujer rota (1967).