miércoles, 30 de enero de 2013

El mosquito

La innovación periodística del El Mosquito, redoblada por el lanzamiento que le dio la permanencia de treinta años, convierte al semanario en un proyecto más que representativo de su época y testigo de un momento histórico. Utilizando la caricatura política como sello distintivo, más el acompañamiento de un lenguaje conciso y mordaz, logró establecer un nuevo contrato de lectura con los públicos emergentes de la cultura de masas. Por asumir la empresa periodística con una actitud profesional, logró sobrellevar las dificultades económicas características de los medios gráficos contemporáneos que no gozaron de financiación estatal: El Mosquito estaba dispuesto a recurrir a 1os recursos de marketing, sino para acrecentar ganancias, al menos para conservar el proyecto periodístico.
El Mosquito no sólo constituye un material de rigor para la revisión de las páginas de la historia con un espíritu crítico, sino también que las características de su producto lo ubican en un lugar clave en la historia del periodismo, a mitad de camino entre los modelos tradicionales de revistas enciclopédicas y los novedosos semanarios populares.

Periódico semanal satírico burlesco de caricaturas 

El Mosquito, "periódico semanal satírico burlesco de caricaturas", apareció por primera vez el 24 de mayo de 1863.

Mitre, electo en octubre de 1862, intentaba organizar el país. Todo estaba por organizarse.
La primera entrega de El Mosquito consigna que sus editores son los señores Meyer y Cía. La impresión estuvo a cargo de los talleres de P. Buffet, si bien a partir del N° 5 dicha labor se llevó a cabo en la Imprenta de Pablo Coni. En su presentación, el semanario explicitaba los objetivos de su empresa:
"... Las columnas de este periodiquillo, serán un espejo de barbero: cuanta carusa rueda por este valle, se mirará en él sin preferencia, si no es la de sus merecimientos de correa..."
De inmediato las caricaturas se convirtieron en el atractivo de El Mosquito, y las firmaban H. Meyer y L. Monniot, si bien no siempre denotaban destreza y parecido en los trazos.
En mayo de 1868 la plana central apareció sin la caricatura y con grandes caracteres se decía a los lectores que se había producido una desgracia irrenunciable y que para no retrasar la salida, salían en tal forma.
A la semana siguiente, apareció en El Mosquito la primera ilustración de Stein. A sus 22 años, había llegado desde su París natal para dedicarse a la agricultura y luego a la apicultura. El fracaso con sus colmenares lo hizo recurrir a la artesanía aprendida por su padre, la ebanistería. Trabajó en ella y para ayudarse se animó a dar algunas lecciones de dibujo elemental, que dominaba por oficio. Las circunstancias hicieron que gracias a esta audacia conociera a Luciano Choquet, quien se disponía a hacerse cargo de El Mosquito.
Así pudo sustituir al dibujante oficial de la casa, presentando el primer trabajo, donde a modo de presentación se retrataba a sí mismo, explicando que se encargaría de hablar de la "feliz" situación en que se hallaba el país. Su labor fue aceptada. En la casa pronto trabó amistad con Eduardo Wilde, el redactor principal, del cual llegaría a ser íntimo y confidente.
Stein será el interprete e historiador de un mundo político enardecido hasta que la publicación deje de existir, en julio de 1893. No hubo debilidad, ni ambición, ni proyecto, ni sueño, ni vicio, ni reforma, ni pacto o convenio vituperable que no registrara con su lápiz festivo Y a veces severamente mordaz. Y en los treinta años de El Mosquito no faltaron acontecimientos: la guerra contra el Paraguay, la epidemia de fiebre amarilla, la revolución mitrista de 1874, la revolución de Tejedor, la Campaña del Desierto, la Revolución de la Unión Cívica, las sucesivas crisis de todos los gobiernos, quienes más quienes menos. Todo inserto en un clima político de profundos enfrentamientos y constantes juegos políticos, sistemas de acuerdos y pases de bando por la conquista del poder. Cuando todavía la instantánea fotográfica era un mito, Stein imprimía en los rostros, gestos y expresiones que no igualaban. Y esa perfección la adquirió con una labor constante.
En 1872 figura como director-gerente. Hacia 1875 se convierte en director propietario, hasta que en 1890 decide vender el periódico a una sociedad anónima y queda a cargo sólo de las caricaturas y la administración. 

Las palabras, los trazos y los picotones
El contenido literario del periódico era complementario de sus caricaturas y reforzaba su orientación satírica. Sin embargo, aprovechando los recursos de un lenguaje gráfico en el contexto de un periodismo que paulatinamente abandonaba la sobriedad de la tipografía absoluta, fue cediendo más espacio al contenido gráfico: Si en un comienzo las caricaturas ocupaban sólo las dos páginas centrales de las cuatro que tuvo la publicación durante toda su existencia, hacia 1880 el dibujo estuvo presente en las portadas, y muchas veces también en las contratapas, por lo que en algunas ocasiones el texto llegó a ser prácticamente inexistente.
No obstante la brevedad de su redacción, la pluma ocupó un lugar de importancia, sobre todo en cuestiones en que la abstracción de la palabra no podía resolverse con dibujos. Allí iban a parar los contenidos verbales en secciones como Soliloquios, Diversiones Públicas, Crítica Literaria (que subtitulaba "Artículo Serio", por cualquier malentendido) y Picotones.
El sarcasmo con que se expresaba muchas veces tuvo que ver con una actitud crítica frente a las frivolidades de la clase dominante.
Fuera de la intención burlona, los contenidos literarios tenían la intención de diversificar la propuesta temática de la revista. Por eso daba gran importancia a realizar crónicas de espectáculos en boga, de convenciones y otras variedades. No obstante hubo ediciones monotemáticas, aunque no estaban referidas a un suceso político, sino policial. Así, a propósito de varios crímenes que transcendieron por su aberración, El Mosquito publicó extensísimas crónicas impresas en un cuerpo de letra reducido, que ocupaba la totalidad de sus dos páginas centrales, al tiempo que las ilustraciones secuenciaban la reconstrucción del hecho hasta el momento de su esclarecimiento.
El espíritu festivo de la revista no impedía que fuera interrumpido cuando una circunstancia de índole mayor así lo requería. El compromiso y la postura ética siempre estuvieron por encima de su carácter jocoso. Muchas veces Stein se involucraba en las ilustraciones en una actitud abatida, como durante la guerra contra el Paraguay, cuando las noticias de las pérdidas de vidas humanas eran tema excluyente en la opinión publica. El epígrafe de un autorretrato de Stein dice "¿Qué tal Mosquito? ¿No te ríes hoy? A lo que Stein responde¿ qué quieres que haga? ¿ Cómo va uno a combinar caricaturas con semejantes noticias? "
Las posturas solidarias también se referían al plano internacional, como la edición del 4 de junio de 1882, a propósito de la muerte de Garibaldi: Cuando la Italia l/ora a su más ilustre patriota, cuando el mundo entero deplora la muerte del más glorioso ciudadano, el caricaturista debe dejar de reír para tomar su parte en el dolor universal. Semanas después publica en la portada el retrato de Garibaldi y en el interior el dibujo ilustra los honores fúnebres al ilustre José Garibaldi. Entre ellos, Stein se incluye, cubriéndose el rostro con las manos. 

La empresa periodística En 1868 su editor gerente, Milhas Victor, introdujo una variación que poco trascendió: durante el mes de abril se convirtió en un periódico diario, con redacción en la calle Potosí 38, y sin dejar de publicar la entrega dominical dedicada a las caricaturas. Presentó noticias, crónicas exteriores, boletín de la Bolsa, remates, y hasta un folletín, "La senda de los ciruelos" de Paul de Kock, traducido por Julio Nombela. Al mes fracasó, pero para ponerse al día con suscriptores y anunciantes, salió dos veces por semana jueves y domingos. Entonces su impresor era Bernheim.
El marketing a través del valor agregado, tan común en los medios gráficos actuales, era un recurso que El Mosquito supo utilizar desde su aparición: Los editores brindaban a los suscriptores una docena de tarjetas fotografías, ejecutadas por el artista Sigismundo, cuya galería estaba en el mismo local del periódico. Por este trabajo, una novedad en Buenos Aires, los suscriptores en lugar de tarjetas de visitas, podían presentar sus imágenes más o menos nítidamente fotografiadas. El obsequio cobra magnitud si tenemos en cuenta un contexto en que el desarrollo de la fotografía era todavía muy incipiente. Otro de los obsequios que ofrecían a los lectores que se suscribieran por todo un año, era el de una colección de retratos al lápiz de diferentes protagonistas de la vida política. Algo que hoy parecería' completamente fútil, pero que seguramente en su época fue valorado.
En 1881 comenzaron a aparecer los primeros avisos litografiados. El 14 de febrero de 1883, en un único número a dos colores, obviamente por un requerimiento del anunciante, se publicitó en toda la contratapa, la Cerveza Bieckert. La variedad y masividad de los anuncios no sólo configuraban a un público popular, sino que también este perfil se delineaba a través de los textos publicitarios: los precios de Antonio Pozzo son: módicos, un médico ofrece sus servicios gratis a los pobres, una tienda de bebidas se presenta a sus clientes potenciales llamando "a todos los que gusten de lo bueno y barato ". 

EL MOSQUITO EN LA PRENSA DIARIA

Si bien el periodismo contemporáneo ya comienza a dar muestras de una reformulación, El Mosquito delineó su proyecto en este lugar vacante: despojado de simpatías políticas, establece un nuevo contrato de lectura a través de una fórmula fresca, divertida y desenfadada. La objetividad -postulado esencial de una prensa moderna- respondía menos a carácter esencialmente independiente del periódico que a la necesidad de aparentado: en virtud de que su público no estaba inserto en el mundillo político, la política le era ajena. A partir de esta premisa, El Mosquito propuso a sus lectores una Suerte de participación política que residía en la crítica constante. Como un estilo que sellaba a la publicación: todo era digno de ser parodiado, ridiculizado. Suerte de fiscal, y de alguna manera, fomentador de opinión, a un público que no tenía ninguna opinión formada.
Buscando un lugar dentro del periodismo diario, y aprovechando sus carteles de independencia, tal vez es que este semanario haya intentado vanamente aparecer en forma diaria, proponiéndose como una alternativa entre la llamada prensa nacionalista y prensa situacionista. Aunque esta empresa fracasara, el semanario insistirá en insertarse dentro del diarismo como un modelo de verdad frente al resto de las publicaciones de la prensa diaria, como se deja entrever en el editorial que publica con motivo de su 13° aniversario en mayo de 1875: El Mosquito ha entrado el día 24 en sus 13 años.
No sólo se propone como un modelo entre la prensa de la clase dominante sino también entre muchos semanarios populares, cuyas actitudes críticas hacia el gobierno y sus intencion1idades denigrantes ponían en cuestionamiento los valores institucionales. Como intentaremos demostrar más adelante, oposición que presentaba El Mosquito, lejos de ser una actitud anárquica, respondía a una connotación retórica. Sin embargo, el tono excesivamente coloquial en que El Mosquito se dirige a sus colegas roza el límite de la difamación y de la irreverencia.
Con la consolidación de La Nación y La Prensa como los diarios de más importancia, las críticas al diario de Mitre comenzaron a ser sistemáticas, ejerciendo el doble efecto de matar a político y periódico de un mismo tiro. L a Prensa, en cambio no obstante los antiguos reproches, comienza a recibir elogios de EL Mosquito por su imparcialidad, elogios que de paso le permiten al semanario legitimarse a sí mismo como lugar de autoridad dentro del "gran periodismo".
El Mosquito constantemente se Jactaba de ser el pionero en anunciar y promover el desencadenamiento de algún acontecimiento político, como el famoso abrazo entre Mitre y Avellaneda en 1877. .
La oposición a revistas clericales como La Unión y La Beata, fue explotada por El Mosquito a partir del famoso crimen de Olavarría en la que un religioso español había matado a su hija ya su esposa.
La costumbre de criticar. a la prensa diaria a menudo empleaba la técnica de simular una coincidencia con el medio habitualmente combatido, lo que realzaba el efecto burlón en el desenlace del artículo en cuestión. Tal es el caso del editorial expresado a propósito difundirse la noticia de que Sarmiento había defendido las pretensiones chilenas en la Patagonia. Este proceder había sido desaprobado por todos los periódicos, excepto por La Tribuna, y El Mosquito se apresuraba a prestarle su solidaridad mordaz.
Sarmiento, el peor de todos
La caricatura política era para El Mosquito una forma de explorar y aprovechar los innumerables enconos políticos que caracterizaron el transcurso de su aparición y la de sus personalidades protagónicas. Y aunque Avellaneda, Tejedor, Alsina y tantos otros hayan pasado a la inmortalidad en el lápiz de Stein, se entiende que la ambición desmedida de Mitre y la personalidad explosiva de Sarmiento los hayan convertido en sus personajes privilegiados, incluso en momentos en que no necesariamente formaban parte de la crónica diaria.
Sin embargo, todas las burlas, caricaturas y hasta agravios que ha recibido Sarmiento son salvados con motivo de su muerte. El día 16 de septiembre de 1888 la portada tiene su retrato, sin ningún epígrafe.
A la semana siguiente, refuerza sus honores en una ilustración que ocupa la totalidad de las páginas centrales: en ella se representa el Cielo. San Martín, al lado de otros forjadores de la historia como Belgrano, Moreno, Rivadavia, Alsina y Avellaneda, invita a Sarmiento a unirse con ellos: "Venga, Don Domingo, sea Ud. bienvenido, que aquí hay lugar para los que como Ud. han servido bien a la patria y al progreso ".
Todos: los retratos de políticos y próceres efectivos son una prueba de ello. No sólo le permitieron eludir censuras oficiales, sino también dejar en claro su solidaridad con aquellos hombres que forjaban -para bien o mal- el porvenir del país.
En la última etapa la revista, adquirida por una sociedad anónima, adquiere un tono más moderado. La recepción que El Mosquito hizo de la revolución de la Unión Cívica a Juárez Celman, enmarcada en un contexto económico insostenible, de alguna manera favoreció a Juárez: y su renuncia, tan bienvenida en casi toda la prensa, no tuvo su caricatura correspondiente: en el número del 10 de agosto de 1890 apareció, en cambio, un retrato de Carlos Pellegrini, su sucesor.
El estilo complaciente que adquiere El Mosquito en los últimos años no alcanza, sin embargo, a ensombrecer su vasta obra crítica e incisiva hacia los protagonistas de la vida política de nuestro país. El Mosquito, seguramente el semanario satírico más representativo de su tiempo, supo aprovechar y adaptarse al contexto en el que se insertó a través de la caricatura y el empleo de un lenguaje fresco y mordaz, elaborando propuestas que en muchos casos hoy permanecen vigentes. Revisar sus páginas no sólo nos facilitará la comprensión de nuestro pasado: También nos ayudará a entender nuestra época.

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