El 14 de julio de 1789 el pueblo de París tomaba la Bastilla. Empezaba una de las
revoluciones más importantes y trascendentales de la historia de Europa. Aquel caluroso día de julio suponía la culminación de unas ideas revolucionarias que se habían estado forjando durante los años previos. Ideas que no sólo gestaron los hombres ilustrados. Tampoco fueron sólo ellos los que lucharon en la primera línea de los distintos frentes ni en la cúpula del poder. Y por supuesto tampoco se libraron de la temida “Madame Guillotine”. Como no podía ser menos, en el aniversario del inicio de la Revolución Francesa, recordamos en esta columna a aquellas mujeres que escribieron alguna de sus páginas más destacadas.
Empezamos con las teóricas, las filósofas y pensadoras que se unieron al grupo de ilustrados que reflexionaron sobre los derechos del hombre. Pero ellas dieron una vuelta de tuerca a unas ideas que parecían universales pero que en verdad sólo beneficiaban a ellos. Considerando que la mujer seguía siendo una propiedad del marido, si éste era libre e igual que el resto de ciudadanos, ellas ya tenían más que suficiente. Por suerte no fue así. Pensadoras como Mary Wollstonecraft (1759-1797) y Olympe de Gouges (1748-1793) defendieron en aquellos años revolucionarios los derechos de los hombres, sí, pero también, y sobre todo, de las mujeres. Todos iguales, sin distinción de sexo. Wollstonecraft defendió en su obra Vindicación de los derechos de la mujer que las mujeres no eran más cultas simplemente porque no tenían acceso al conocimiento, no porque fueran de distinta naturaleza que los hombres, como durante siglos se venía afirmando taxativamente. Participante activa en la revolución francesa, Mary viajó a París en 1892 desde su Inglaterra natal para poner en práctica sus ideas.
Olympe de Gouges fue aún más lejos que la escritora inglesa. Cuando se proclamaron los Derechos del Hombre y el Ciudadano en agosto de 1789, Olympe hizo una versión femenina de dicha declaración, poniendo de manifiesto que la declaración aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente de Francia beneficiaba exclusivamente a los hombres, dejando a un lado a la otra mitad de la ciudadanía. La osadía de Olympe, quien redactó una declaración análoga para las mujeres, le valió morir guillotinada.
Como ella, muchas otras mujeres pasaron por la “hoja de la razón”. Una de las más conocidas fue sin duda Charlotte Corday (1768-1793), la joven asesina del revolucionario jacobino Marat en un momento en el que la revolución tomada unos derroteros demasiado radicales y sanguinarios. Corday, defensora de los moderados girondinos, consiguió su objetivo de terminar con Marat pero terminó con su cabeza guillotinada.
También se postró ante “Madame guillotine” la reina María Antonieta (1774-1793) pero por razones bien distintas. Después de años de excesos y lujos y ajena a la miseria del pueblo, María Antonieta tuvo el mismo final que su esposo, el rey Luis XVI. Fue guillotinada el 21 de enero de 1793.
Quien se libró en varias ocasiones de tan terrible final fue una dama de la alta sociedad de origen español y que movió los hilos de muchos grandes personajes en la sombra de sus palacios. Esa dama se llamaba Teresa Cabarrús (1773-1835) y jugó un importantísimo papel en los entresijos revolucionarios de los años del Terror y los primeros tiempos del general Bonaparte.
Y junto a ellas, mujeres que pasaron a la historia con nombre y apellidos, muchísimas otras, solteras, esposas, viudas, madres, que lucharon por sus ideales o simplemente por la supervivencia de sus seres queridos.
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