El papel de la mujer durante la Primera Guerra Mundial fue silenciado. Por suerte, investigadores de las universidades Complutense de Madrid y Castilla-La Mancha han consultado fuentes especializadas sobre las actividades de las mujeres durante ese periodo. Han constatado que estas estuvieron en la línea de guerra, en la retaguardia y en los puestos de trabajo que abandonaron forzosamente los hombres para ir a combatir. Concluyen que aunque las mujeres fueron víctimas de la guerra –pues ellas no participaron en su inicio- también fueron ellas las que, calladamente, garantizaron la supervivencia de su familia e incluso, de su comunidad.
Dos investigadores de las universidades Complutense de Madrid y Castilla-La Mancha han indagado en la documentación sobre la historia de las mujeres en la Primera Guerra Mundial.
“Las consecuencias sociales y políticas de la guerra modificaron los estereotipos tradicionales de género y dieron paso a una nueva mujer moderna, que no se limitaba a vivir en el ámbito privado del hogar. Pero, cuando se volvieron a rehacer las ciudades, al finalizar el conflicto, fue como si esto nunca hubiera pasado”, explica a Sinc Graciela Padilla Castillo, coautora del trabajo y miembro del Instituto de Investigaciones Feministas en la Universidad Complutense de Madrid.
Según los investigadores, la mayoría de los tratados obviaron la figura y las tareas de la mujer durante la Primera Guerra Mundial, que quedó en la retaguardia, “pero ni mucho menos en segundo plano”, añade Javier Rodríguez Torres, de la Universidad de Castilla-La Mancha y coautor también del estudio.
Oscurecidas por sus propias parejas
El paso decisivo para los derechos de las mujeres no llegaría hasta 1947, cuando la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer de Naciones Unidas creó un borrador que pretendía ser instrumento legal para articular los derechos de hombres y mujeres.
“Muchas mujeres quedaron oscurecidas por sus parejas en este período, porque incluso les tenían que regalar sus obras y sus avances para que los publicaran ellos en vez de ellas”, apunta Rodríguez.
La investigación se centra en los países de la contienda: Alemania, Gran Bretaña y Francia, por ser los que más sufrieron la guerra.
“Hasta el momento de la guerra se había avanzado hacia nuevos derechos la mujer, como el sufragio universal y la educación. Con la contienda todo se paraliza. Curiosamente, se rompen las costumbres patriarcales pero, al acabar, lo primordial fue reconstruir las ciudades, atender a los heridos y a los mutilados, y esto supuso un freno para muchas cosas, también para la situación de la mujer”, subraya Padilla.
Víctimas que garantizaron la supervivencia
Los datos del Instituto Henry Dunant indican que durante 5.000 años de historia, se han producido más de 14.000 guerras, que han causado la muerte de 5.000 millones de seres humanos.
“La mujer, como parte de la población civil y obviada en cualquier toma de decisión, resulta ser, sobre todo, víctima y, por lo general, son ellas las que calladamente, en periodos de guerra, han garantizado la supervivencia de su familia e incluso, de su comunidad”, explican en el estudio.
Esta guerra movilizó a unos 65 millones de soldados entre todos los contendientes, provocó que la retaguardia quedara huérfana de mano de obra y hubo que recurrir a la mujer para mantener la producción.
Como ejemplo, la investigación recalca que 430.000 francesas y 800.000 británicas pasaron de ser amas de casa a obreras asalariadas e incluso, muchas de ellas forman parte de la propia guerra.
“En Alemania, sin participar directamente en las unidades de combate, contribuyeron en las actividades de la guerra, trabajando en las fábricas de armamentos y desarrollando diversas tareas cerca del frente de batalla: avituallamiento, depósito de municiones, etc. Poco antes de terminar la guerra, casi 68.000 mujeres reemplazaron a los hombres que estaban en el frente”, aseguran.
Según Padilla, “las mujeres demostraron que podían tener roles totalmente nuevos. Antes de esta gran guerra se hablaba de que las mujeres no podían desenvolver los mismos trabajos por diferencias físicas y psicológicas, y eso afortunadamente se rompió”.
En las fuerzas armadas
En Inglaterra, las mujeres también participaron en el conflicto bélico como civiles, con o sin remuneración. De hecho, 80.000 mujeres se enrolaron como auxiliares en las unidades femeninas de las fuerzas armadas. Otras tantas prestaron servicio como enfermeras.
En Rusia se formó la primera unidad de combate exclusivamente femenina, el Batallón de la Muerte de Mujeres, compuesto por 2.000 voluntarias que fueron entrenadas por Maria Leontievna Bochkareva, más conocida por su apodo, Yashka.
En España hubo también avances, pero muy alejados de los países de la contienda. “Si quisiéramos compararlo con nuestra guerra civil –comenta la experta– no existe prácticamente relación. Se produjeron casos semejantes únicamente en educación, pero en la I Guerra Mundial estábamos bastante por detrás de otros países. Tampoco hubo comandos o unidades de soldados mujeres. O, si existieron, no le han dado visibilidad hasta donde hemos averiguado”.
Los españoles habían perdido ya en este momento los últimos territorios del Imperio colonial y, por tanto, estaban al margen de los asuntos continentales que ocupaban las claves diplomáticas de esta época. “Era una pequeña potencia con intereses reducidos al norte de África, a la sombra de los intereses coloniales de las potencias europeas”, exponen.
Cambio del estereotipo femenino
La Primera Guerra Mundial trajo consigo los primeros conceptos modernos sobre la mujer y la sociedad: la aparición, por primera vez en la historia de Europa, de una sociedad mixta.
Las féminas ocuparon los sillones de los varones y pudieron mantener una vida pública y privada que favoreció su desarrollo personal y profesional. Asimismo, rompió con las costumbres de la época, provocó cambios sustanciales en las relaciones familiares y maritales, y hasta cambios estéticos que siguieron impulsando su emancipación.
“El mejor ejemplo de este cambio político es Gran Bretaña. Allí, las sufragistas perdieron, catorce veces, pugnas parlamentarias para conseguir el derecho al voto. Sin embargo, su empoderamiento como consecuencia de su contribución a la Gran Guerra fue decisivo para su obtención”, señalan los investigadores. Lo consiguieron, finalmente, en 1928.
España seguiría el ejemplo con la Constitución de 1931, durante la Segunda República. Las mujeres españolas ejercieron su derecho al voto, por vez primera, en las elecciones de 1933. Esto también sustenta la idea de que el país no participó en la Gran Guerra directamente pero se vio involucrado ideológicamente, con sus consecuencias negativas y positivas, como en el caso del sufragio femenino. La dictadura de Franco lo anularía de nuevo hasta 1975.
Para consultas ...un buen libro: Graciela Padilla Castillo y Javier Rodríguez Torres. La I Guerra Mundial en la retaguardia: la mujer protagonista.Historia y Comunicación Social (2013).
martes, 29 de julio de 2014
lunes, 28 de julio de 2014
La Primera Guerra Mundial
Una de las principales causas fue la rivalidad comercial entre las principales potencias europeas, en particular entre Inglaterra y Alemania, que venían disputándose mercados y territorios en todo el mundo. El conflicto estalló cuando el 14 de junio de 1914 el heredero al trono austro-húngaro, Francisco Fernando, fue asesinado en la ciudad de Sarajevo, capital de Bosnia, por un estudiante serbio.
El efecto dominó
El emperador austro-húngaro, apoyado por Alemania, culpó a Serbia por el atentado. Serbia era aliada de Rusia, que a su vez era aliada de Francia. Pocos días después, Alemania declaraba la guerra a Francia e invadía Bélgica, lo que provocó la reacción inglesa y su entrada en el conflicto. Comenzaba así la Primera Guerra Mundial, en la que se enfrentaron dos bloques: por un lado, los países de la Triple Entente, llamados comúnmente "aliados": Rusia, Francia, Gran Bretaña, a la que más tarde se sumarían Italia (en 1915) y los EE.UU. (en 1917); y por el otro, los de la Triple Alianza, conocidos como "Potencias Centrales”: Alemania, Austria-Hungría y Turquía.
¿Cómo reaccionó la gente frente a la guerra?
En muchos países los sindicatos y los partidos obreros se opusieron al conflicto porque consideraban que era una guerra puramente comercial y que los trabajadores no tenían nada que ganar en ella y todo para perder. Frente a estas protestas, los gobiernos lanzaron fuertes campañas de propaganda patriótica con la intención de que la gente viera en la guerra una causa nacional. Esto despertó ciertos fervores nacionalistas que se fueron apagando a lo largo de los cuatro años del conflicto más sangriento de la historia hasta ese momento.
¿Cómo fue la guerra?
La guerra se fue desarrollando en distintos frentes, pero dos fueron los más importantes y donde se produjeron la mayoría de los combates: el frente oriental (Rusia) y el Occidental (Francia y Bélgica). Durante el conflicto se usaron nuevos recursos mortíferos como las armas químicas y el gas asfixiante, que provocaban daños irreparables; modernas ametralladoras y tanques de guerra.
¿Cómo terminó?
Durante los tres primeros años, la guerra parecía desenvolverse en un eventual empate entre los bloques enfrentados. Esta situación cambió en 1917 con la incorporación de los aliados al bando aliado que compensó con creces la retirada de Rusia del conflicto. A mediados de 1918, los aliados vencieron en Amiens a los alemanes, en septiembre, a los austro-húngaros en Italia y en octubre, a los turcos en Medio Oriente. El 4 de noviembre de 1918, Austria se rindió dejando sin defensas al ejército alemán que pidió la rendición el 11 de noviembre. Así concluía la guerra con el triunfo de los aliados.
¿Qué pasó en Versalles?
En enero de 1919 los países vencedores se reunieron en el palacio de Versalles, cerca de París. Acordaron las nuevas fronteras europeas y el pago por parte de los vencidos de indemnizaciones de guerra por los daños causados durante el conflicto. Alemania perdió sus colonias, debió desmantelar su flota y reducir su ejército; Francia recuperó las regiones de Alsacia y Lorena; el Imperio Austro-Húngaro quedó desintegrado y surgieron nuevas naciones como Checoslovaquia, Yugoslavia y Hungría.
¿Cuáles fueron las consecuencias de la guerra?
La guerra fue terrible y sus consecuencias duraderas. Murieron casi 10 millones de personas, 20 millones quedaron heridas o mutiladas. A las heridas físicas hay que agregarle los rencores por el trazado de las nuevas fronteras que serán el germen de nuevos conflictos. Europa quedó destrozada y su economía arruinada. Sólo hubo un gran vencedor: EE.UU., que entró tardíamente al conflicto en 1917 y logró transformarse en el gran proveedor de capitales y productos para todos los países europeos. A diferencia de todos los otros países, EE.UU. perdió muy pocos hombres y contó con la ventaja de que ningún combate se desarrollara en su territorio. La economía norteamericana salió muy fortalecida tras el conflicto.
¿Qué pasó con las mujeres?
Otra consecuencia notable del conflicto será el nuevo rol de la mujer que había reemplazado a los hombres en las fábricas y en los lugares de trabajo. Si eran capaces de trabajar a la par de los hombres, ¿por qué no podrían votar y ser electas para cargos públicos como ellos? En la mayoría de los países sus derechos civiles fueron reconocidos y el voto femenino dejó de ser un tema de discusión para transformarse en una realidad.
De la guerra a la revolución
En Rusia donde la guerra era notablemente impopular, se producen importantes motines de obreros, soldados y campesinos que cuestionan el manejo del conflicto pero también al régimen zarista en su conjunto. Liderados por Lenin, los comunistas rusos, llamados bolcheviques, logran el apoyo de la mayoría de la población y derrocan a fines de 1917 al zar Nicolás II. El nuevo gobierno basa su poder en los soviets, grupos de obreros, soldados y campesinos que deliberan y deciden el futuro de Rusia, que se transforma en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
martes, 15 de julio de 2014
Ellas también se rebelaron
El 14 de julio de 1789 el pueblo de París tomaba la Bastilla. Empezaba una de las
revoluciones más importantes y trascendentales de la historia de Europa. Aquel caluroso día de julio suponía la culminación de unas ideas revolucionarias que se habían estado forjando durante los años previos. Ideas que no sólo gestaron los hombres ilustrados. Tampoco fueron sólo ellos los que lucharon en la primera línea de los distintos frentes ni en la cúpula del poder. Y por supuesto tampoco se libraron de la temida “Madame Guillotine”. Como no podía ser menos, en el aniversario del inicio de la Revolución Francesa, recordamos en esta columna a aquellas mujeres que escribieron alguna de sus páginas más destacadas.
Empezamos con las teóricas, las filósofas y pensadoras que se unieron al grupo de ilustrados que reflexionaron sobre los derechos del hombre. Pero ellas dieron una vuelta de tuerca a unas ideas que parecían universales pero que en verdad sólo beneficiaban a ellos. Considerando que la mujer seguía siendo una propiedad del marido, si éste era libre e igual que el resto de ciudadanos, ellas ya tenían más que suficiente. Por suerte no fue así. Pensadoras como Mary Wollstonecraft (1759-1797) y Olympe de Gouges (1748-1793) defendieron en aquellos años revolucionarios los derechos de los hombres, sí, pero también, y sobre todo, de las mujeres. Todos iguales, sin distinción de sexo. Wollstonecraft defendió en su obra Vindicación de los derechos de la mujer que las mujeres no eran más cultas simplemente porque no tenían acceso al conocimiento, no porque fueran de distinta naturaleza que los hombres, como durante siglos se venía afirmando taxativamente. Participante activa en la revolución francesa, Mary viajó a París en 1892 desde su Inglaterra natal para poner en práctica sus ideas.
Olympe de Gouges fue aún más lejos que la escritora inglesa. Cuando se proclamaron los Derechos del Hombre y el Ciudadano en agosto de 1789, Olympe hizo una versión femenina de dicha declaración, poniendo de manifiesto que la declaración aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente de Francia beneficiaba exclusivamente a los hombres, dejando a un lado a la otra mitad de la ciudadanía. La osadía de Olympe, quien redactó una declaración análoga para las mujeres, le valió morir guillotinada.
Como ella, muchas otras mujeres pasaron por la “hoja de la razón”. Una de las más conocidas fue sin duda Charlotte Corday (1768-1793), la joven asesina del revolucionario jacobino Marat en un momento en el que la revolución tomada unos derroteros demasiado radicales y sanguinarios. Corday, defensora de los moderados girondinos, consiguió su objetivo de terminar con Marat pero terminó con su cabeza guillotinada.
También se postró ante “Madame guillotine” la reina María Antonieta (1774-1793) pero por razones bien distintas. Después de años de excesos y lujos y ajena a la miseria del pueblo, María Antonieta tuvo el mismo final que su esposo, el rey Luis XVI. Fue guillotinada el 21 de enero de 1793.
Quien se libró en varias ocasiones de tan terrible final fue una dama de la alta sociedad de origen español y que movió los hilos de muchos grandes personajes en la sombra de sus palacios. Esa dama se llamaba Teresa Cabarrús (1773-1835) y jugó un importantísimo papel en los entresijos revolucionarios de los años del Terror y los primeros tiempos del general Bonaparte.
Y junto a ellas, mujeres que pasaron a la historia con nombre y apellidos, muchísimas otras, solteras, esposas, viudas, madres, que lucharon por sus ideales o simplemente por la supervivencia de sus seres queridos.
revoluciones más importantes y trascendentales de la historia de Europa. Aquel caluroso día de julio suponía la culminación de unas ideas revolucionarias que se habían estado forjando durante los años previos. Ideas que no sólo gestaron los hombres ilustrados. Tampoco fueron sólo ellos los que lucharon en la primera línea de los distintos frentes ni en la cúpula del poder. Y por supuesto tampoco se libraron de la temida “Madame Guillotine”. Como no podía ser menos, en el aniversario del inicio de la Revolución Francesa, recordamos en esta columna a aquellas mujeres que escribieron alguna de sus páginas más destacadas.
Empezamos con las teóricas, las filósofas y pensadoras que se unieron al grupo de ilustrados que reflexionaron sobre los derechos del hombre. Pero ellas dieron una vuelta de tuerca a unas ideas que parecían universales pero que en verdad sólo beneficiaban a ellos. Considerando que la mujer seguía siendo una propiedad del marido, si éste era libre e igual que el resto de ciudadanos, ellas ya tenían más que suficiente. Por suerte no fue así. Pensadoras como Mary Wollstonecraft (1759-1797) y Olympe de Gouges (1748-1793) defendieron en aquellos años revolucionarios los derechos de los hombres, sí, pero también, y sobre todo, de las mujeres. Todos iguales, sin distinción de sexo. Wollstonecraft defendió en su obra Vindicación de los derechos de la mujer que las mujeres no eran más cultas simplemente porque no tenían acceso al conocimiento, no porque fueran de distinta naturaleza que los hombres, como durante siglos se venía afirmando taxativamente. Participante activa en la revolución francesa, Mary viajó a París en 1892 desde su Inglaterra natal para poner en práctica sus ideas.
Olympe de Gouges fue aún más lejos que la escritora inglesa. Cuando se proclamaron los Derechos del Hombre y el Ciudadano en agosto de 1789, Olympe hizo una versión femenina de dicha declaración, poniendo de manifiesto que la declaración aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente de Francia beneficiaba exclusivamente a los hombres, dejando a un lado a la otra mitad de la ciudadanía. La osadía de Olympe, quien redactó una declaración análoga para las mujeres, le valió morir guillotinada.
Como ella, muchas otras mujeres pasaron por la “hoja de la razón”. Una de las más conocidas fue sin duda Charlotte Corday (1768-1793), la joven asesina del revolucionario jacobino Marat en un momento en el que la revolución tomada unos derroteros demasiado radicales y sanguinarios. Corday, defensora de los moderados girondinos, consiguió su objetivo de terminar con Marat pero terminó con su cabeza guillotinada.
También se postró ante “Madame guillotine” la reina María Antonieta (1774-1793) pero por razones bien distintas. Después de años de excesos y lujos y ajena a la miseria del pueblo, María Antonieta tuvo el mismo final que su esposo, el rey Luis XVI. Fue guillotinada el 21 de enero de 1793.
Quien se libró en varias ocasiones de tan terrible final fue una dama de la alta sociedad de origen español y que movió los hilos de muchos grandes personajes en la sombra de sus palacios. Esa dama se llamaba Teresa Cabarrús (1773-1835) y jugó un importantísimo papel en los entresijos revolucionarios de los años del Terror y los primeros tiempos del general Bonaparte.
Y junto a ellas, mujeres que pasaron a la historia con nombre y apellidos, muchísimas otras, solteras, esposas, viudas, madres, que lucharon por sus ideales o simplemente por la supervivencia de sus seres queridos.
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